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EDICIÓN SEMANAL

Odio: de discursos y gatillos

Una entrevista audiovisual que amplificó de manera exponencial el discurso de Nicolás Márquez, hasta entonces un personaje reaccionario confinado a las redes sociales, y la posterior masacre de Barracas, en la que tres lesbianas murieron luego de ser prendidas fuego por un vecino, repusieron el debate sobre la pertinencia de estas prácticas periodísticas en nombre de la pluralidad pero, sobre todo, la relación entre los discursos de odio, el aval tácito a la violencia y el accionar criminal de ciudadanos comunes.

Es una incógnita si Ernesto Tenembaum buscó un impacto mediático con sacar del ostracismo virtual a Márquez, si intentó legitimar una condición de periodista independiente o si no comprendió el contexto social y político actual.

Lo cierto es que el entrevistado, biógrafo y amigo de Javier Milei, desenfundó una batería de atrocidades consonantes con las dichas en otras oportunidades por el propio presidente y por varios de sus funcionarios y funcionarias.

Fabián Bergero, periodista, docente e investigador de la UNCo, sostuvo que hay dos caminos posibles frente a este tipo de discursos: no publicarlos, amparados en el pacto de San José de Costa Rica y argumentar que existe una extralimitación de libertad de expresión, o confrontarlos con buena formación e información. Aunque se inclinó por la segunda opción, Bergero cree que Tenembaum, al menos en este caso, no estuvo a la altura del desafío.

Para Bergero hay dos caminos posibles frente a este tipo de discursos: no publicarlos, amparados en el pacto de San José de Costa Rica y argumentar que existe una extralimitación de libertad de expresión, o confrontarlos con buena formación e información.

El periodista Franco Torchia, en una nota televisiva, coincidió en que el entrevistador “no estaba lo suficientemente preparado” para contrarrestar la disertación de Márquez. Aunque luego fue más tajante: “Yo no necesito escuchar a Márquez ni que Tenembaun ni (Reynaldo) Sietecase lo entrevisten y menos en este momento. Si Milei ganó con el 56 por ciento de los votos es porque gran parte de su electorado piensa de la misma manera. La pregunta es si es necesario entrevistar a estos personajes so pretexto de que la gente entienda cómo piensa la Libertad Avanza. El periodismo es muchas cosas, pero también es contexto”.

Torchia también sostuvo que no entiende cómo no hay una sociedad “completamente sublevada” con este lesbicidio y apuntó a la cuestión de clase la escasa repercusión mediática. “Si esto hubiese ocurrido en Palermo hubiese tenido mayor cobertura. Pero como son pobres, lesbianas y conventilleras, no es así”.

Para Tatiana Breve, de ATTTA (Asociación de Travestis Transexsuales y Transgéneros de Argentina), la masacre de Barracas “no es algo aislado de lo que le toca vivir a nuestra población” cotidianamente y afirmó que los Estados son responsables porque muchos de sus integrantes “creen que los discursos son sólo discursos y no es así. La verdad es que ponen a nuestras poblaciones en peligro todo el tiempo con sus dichos”.

Sole Caballero, integrante del Centro Cultural Alto Valle Diverse y ex delegade de Inadi en Neuquén, consideró que se trata de un crimen de odio, “porque no hay otra razón que el odio a nuestras identidades para que alguien asesine a tres mujeres lesbianas”.

Afirmó, además, que estamos en una época de retroceso. “Este clima de una sociedad de odio ya lo vivimos hace muchos años. Y hoy no sólo existe un Gobierno que habilita, sino que hasta el mismo presidente se expresa contra la diversidad. Eso, indudablemente, repercute en la sociedad y por eso hay personas que se sienten habilitadas para violentar nuestras identidades”.

Por último, Caballero consideró que este caso ocurrió en Barracas, pero que “acá en Neuquén nos siguen pasando muchas cosas” que no deberían pasar.

“Este clima de una sociedad de odio ya lo vivimos hace muchos años. Y hoy no sólo existe un Gobierno que habilita, sino que hasta el mismo presidente se expresa contra la diversidad”, dijo Caballero.

En un documental producido el año pasado por el canal Encuentro y dirigido por Ana Cacopardo, el sociólogo Esteban Rodríguez Alzueta evidenció con precisión los hilos que unen los discursos de odio y los hechos de violencia. “Los discursos no son sólo palabras. Son miradas, son gestos, pancartas, bullicio, ruidos, que no siempre podemos descifrar. El odio puede ser gatillado en cualquier momento”.

Para el director del Centro de Estudios Sociales y Culturales de la UNQUI, el discurso de odio “es una energía que uno va acumulando y que después, en cualquier momento, nosotros o alguien puede retirarla y hacer su apuesta. Puede transformar esa energía en justicia por mano propia, en un escrache, en un linchamiento, en la quema de una vivienda, en la lapidación al policía, en un intento de magnicidio, en cualquier cosa. Se necesita solamente un detonante ideológico para que ese discurso se transforme en una acción violenta”.

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