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OPINIÓN POLÍTICA

La ESI es ley y mucho más que ley

Hoy, 4 de octubre, se cumplen 18 años de la sanción de la Ley Nacional 26.150, de Educación Sexual Integral (ESI). Una ley que a lo largo de estos años fue protagonista de un rico proceso político, social, cultural, pedagógico, deliberativo. Dejó de ser una “mera ley” para convertirse en un programa organizador de nuevos sentidos y reclamos que se hicieron sentir en las calles y en las aulas. Permitió ir trazando prácticas colectivas y líneas de significados que contribuyeron con la justicia curricular. Trascendió las fronteras de las instituciones escolares para ingresar a espacios comunitarios, comedores populares, centros de salud. Impactó en la aprobación de otras leyes que obtuvimos en Argentina, entre ellas, la de matrimonio igualitario, la de identidad de género, la de acceso al aborto, a su vez, como en una especie de movimiento pendular se alimentó de lo que esas leyes trajeron.

Adherimos a la postulación que toda educación es sexual, como sostiene Graciela Morgade. Más no toda educación sexual es integral. Es que, en el día a día escolar en todos los establecimientos educativos, por acción u omisión, se imparte educación sexual. Esta transmisión excede las paredes áulicas, para infiltrase en recreos, pasillos, sala de docentes, contenidos escolares, chistes, modos de vincularnos, uso del patio escolar, saludos de bienvenida, sanciones disciplinarias, reglamentos y/o acuerdos de convivencia, bibliografía de consulta, enunciados matemáticos, literatura que se propone, actos escolares, afiches en las paredes, notas y convocatorias a las familias y un extenso etcétera. Cobra diferentes encarnaduras en cada nivel educativo y se realiza a través de diversos dispositivos. La fuerza de cierta pedagogía sexual radica en su naturalización, pasa desapercibida como tal y se asienta en creencias, representaciones y prácticas acerca de los cuerpos, las sexualidades, los géneros.

La Ley 26.150 establece que todo el estudiantado tiene derecho a recibir educación sexual integral, en todos los establecimientos educativos del país (públicos, de gestión estatal y privada, confesionales y no confesionales), desde el nivel inicial y hasta el nivel superior inclusive. Asimismo, reconoce a la educación sexual integral como aquella que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. Vale destacar, todas las veces que sea necesario, que la palabra integral no está puesta en vano en el texto normativo. El adjetivo contiene intencionalidades y condensa numerosas disputas.

¿Cuáles son algunas de las premisas que la vuelven integral?

-Les estudiantes son sujetos de derecho y no objetos de intervención adulta;

-la sexualidad abarca múltiples dimensiones, se vive en los cuerpos y los cuerpos cargan marcas de poder, al decir de Guacira Lopes Louro;

-es transversal a todas las áreas de conocimiento y no se limita al trabajo ocasional en algunas clases o en jornadas especiales de reflexión;

-incorpora, al menos, cinco ejes de enseñanza: cuidar el cuerpo y la salud; ejercer nuestros derechos; valorar la afectividad; respetar la diversidad y reconocer e incorporar la perspectiva de género(s);

-se deja interpelar desde las incertidumbres y apuesta a la reconfiguración de todo el ordenamiento escolar y educativo;

-reconoce el valor pedagógico que tienen los reclamos de los movimientos feministas, sexo-genéricos, de pueblos originarios, de mujeres, de personas con discapacidad, de familias con hijes trans, ambientalistas, etc.

-busca incansablemente institucionalizar la ESI en las escuelas, promueve la formación de equipos de trabajo, de prácticas colectivas contextualizadas y situadas, desarrolla la reflexividad y la escucha del colectivo docente.

A lo largo de estos años se produjeron transformaciones curriculares en distintas provincias y niveles educativos, como ocurrió en Neuquén en el nivel superior de formación docente y en el nivel medio. En los debates y en los consensos alcanzados para esos currículos la ESI logró ocupar un lugar de centralidad. Este lugar no está exento de negociaciones, controversias, negaciones y conflictos que en cierta medida reavivan discusiones que ya plantearon quienes se opusieron a la sanción de la ley en el año 2006.

Para la cruzada conservadora y autoritaria que se opuso y se opone a la existencia de ESI, esta ley es peligrosa. Esa cruzada se desvive por dos cuestiones fundamentales: la familia (vista siempre en singular) es la única con potestad para enseñar sobre sexualidad y los cuerpos son solo dos, siempre leídos desde lógicas binarias y normalizadoras. Sostienen que los cuerpos, las sexualidades, los placeres, las libertades no deben abrirse al escrutinio del conocimiento. Desde sus pánicos morales y sexuales atacan la perspectiva de género y los aportes que traen los movimientos transfeministas a la ESI.

Vivimos un tiempo donde estos grupos se envalentonan día tras día. Sus argumentaciones cuentan ahora con el apoyo del gobierno encabezado por Javier Milei, quien no duda en atacar y desfinanciar todo lo público y, en particular, la educación pública. Reconocemos que la ESI está en peligro. Los problemas que ya teníamos con su aplicación se agigantan de la mano de la crueldad, el individualismo y la desmoralización que instala este gobierno y sus aliados.

Desde nuestra experiencia como trabajadoras de la educación comprometidas con la ESI reconocemos que es necesario hacer un ejercicio de inventario para revisar las deudas que aún tenemos para que la ESI sea cada vez más integral y transversal en la vida escolar.

Asimismo, nos importa recuperar la fortaleza que tiene una ley que se nutrió y nutre de reclamos para extenderla y ensanchar sus significados: “Olé ole´, olé olá, el patriarcado se va caer en las escuelas con educación sexual”, coreamos desde un movimiento intergeneracional que reconoce en la ESI una enorme potencia con efectos capilares. Es desde la apuesta por las instituciones educativas como espacios de posibilidad que nos conectamos con un movimiento a nivel nacional que reclama por más ESI, que se ocupa a diario de hacerla vivir en las instituciones, que sigue armando repertorios de resistencias colectivas.

Por una ESI que continúe abriendo debates e interpelaciones, que abogue por novedosas libertades, que nos inspire contra los sufrimientos, que propicie el despliegue de niñeces y adolescencias, que construya confianzas pedagógicas. Por una ESI que abrace la justicia curricular, que politice el trabajo docente, que promueva placer y eros pedagógico, que nos invite a construir y proteger las esperanzas. Por una ESI que sea refugio para seguir deseando.

Por Ruth Zurbriggen y Belén Grosso- Profesoras en Enseñanza Primaria- Activistas en la colectiva feminista La Revuelta.

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