Después de 18 años comenzó el juicio contra los presuntos autores materiales del secuestro y femicidio de Otoño Uriarte. Al igual que durante estas casi dos décadas, los imputados y sus defensas intentaron dilatar y suspender la instancia judicial. Sin embargo, el Tribunal compuesto por María Florencia Caruso Martín (Presidenta), Juan Pedro Puntel y Amorina Liliana Sánchez Merlo resolvieron dar inicio a la primera audiencia. Las declaraciones testimoniales se extenderán hasta el 9 de diciembre; el 23 de diciembre se leerán los alegatos de clausura y la sentencia podría llegar recién en febrero de 2025.
“Sinceramente lo que espero es que se devele toda la complicidad y el encubrimiento que hubo en estos 18 años. Y saber si ellos son los responsables”, afirmó Roberto Uriarte, el papá de Otoño, en su declaración como primer testigo en el juicio por el secuestro, desaparición y femicidio de su hija. También dieron su testimonio su compañera, Ana Becerra, y su hermana Silvia.
El juicio se desarrolla en los Tribunales de Cipolletti. La acusación está a cargo de la fiscal Teresa Giufrida y la abogada querellante de la familia de Otoño es Gabriela Prokopiw. Los imputados son Néstor Cau, asistido por Marcelo Caraballo y Patricia Fernández; José Jafri, asistido por Rubén Antiguala; Maximiliano Lagos, defendido por Edgard Lucero y Manuela Castro, y Germán Antilaf, que tiene como abogado a Carlos Vila. Este último cumple una condena por robo en General Roca.
La audiencia comenzó demorada porque Antilaf llegó tarde, a lo que se le sumaron dos planteos de las defensas para que el juicio no se realizara. Los abogados de Cau y Jafri hicieron referencia al trámite de queja por insubsistencia de la acción penal presentado ante la Corte Suprema de Justicia, y el abogado de Antilaf se refirió a la extinción de la acción penal por el paso del tiempo. El tribunal de manera unánime rechazó estos dos planteos y la jueza explicó que “mientras la Corte no haga lugar a la queja no se suspende el proceso”.
Los hechos
Durante los alegatos de apertura, la fiscal remarcó que todos los imputados -de acuerdo a un plan previo- siguieron a Otoño, que esperaron que salga del polideportivo, que Cau sustrajo su bicicleta para lograr que la menor vaya caminando por un lugar oscuro, que la abordaron, que la subieron a un vehículo, que una vez privada de su libertad la mantuvieron retenida y que la habrían atacado sexualmente. Luego la hirieron con un elemento punzo cortante produciéndole la muerte. Posteriormente enterraron su cuerpo, lo desenterraron y arrojaron al canal de riego del sector “El 30”. “Solicito a los jueces que vean con detenimiento y atención toda la prueba de este juicio, porque se va a poder determinar la existencia material de los hechos y la responsabilidad de los imputados”, sostuvo la fiscal.
La abogada querellante adhirió a la teoría del caso y agregó que “la causa de Otoño es de los capítulos más oscuros que tiene la cuarta circunscripción de la Justicia de Río Negro. Esperamos que el tribunal pueda observar la trama de complicidades de la causa, tenemos desidia, falta de eficacia para llegar a la verdad, irregularidades, mentiras que tuvo que afrontar Roberto Uriarte y su familia”. También pidió “abrir una investigación por complicidad y encubrimiento”.
Por su parte, las defensas argumentaron la no culpabilidad de sus representados e hicieron referencia al paso del tiempo, a las “pruebas débiles”, a la “mala praxis judicial” y a que sus acusados son sólo “chivos expiatorios”.
Luego de los alegatos declararon los primeros 3 testigos de los más de 70 que brindarán testimonio, entre amigas y amigos de Otoño, vecinos, policías de la Comisaría 26, peritos médicos y forenses e integrantes de la comisión investigadora. Se destacan los comisarios que encabezaron la investigación, Daniel Jara -actual jefe de la Policía de Río Negro-, Claudio Retamal y el secretario de la jueza García García, Santiago Martínez Gauna.
Los testimonios de Roberto, Ana y Silvia se centraron en relatar el último día de Otoño, el camino que realizó desde su casa hasta la escuela, dónde dejó la bicicleta y sobre su regreso después de sus actividades, que fueron entre las 21 y las 23, del 23 de octubre de 2006.
Roberto y Ana se instalaron con sus hijos e hijas en Fernández Oro alrededor de 2003. Vivían en la zona de chacras, tenían colmenas, animales, vendían huevos y trabajaban para Funbapa. “Buscábamos vivir de una forma tranquila; buscamos una chacra para poder criar a nuestros hijos de la manera lo más saludable posible; no sabíamos que vivíamos en la cueva de los ratones”, afirmó Ana en su declaración. Cuando la secuestraron, Otoño tenía 16 años, iba a la escuela, hacía deportes, teatro, le gustaba la música y escribir. “Era una chica muy agradable; le encantaba tener amigues”, dice Ana, que no es su mamá biológica, pero que la crió desde el año y medio.
“Como todas las mañanas, Otoño salió con sus hermanos, Maira y Simón, a la escuela. Yo ya había salido, estaba trabajando para Funbapa”, relató Roberto. Otoño andaba en una bici roja que había dejado en la casa de una de sus amigas y que luego apareció en la casa de los Jafri.
Ana describió que con la familia Jafri tenían una relación “comercial y de trabajo”, que sus hijes solían dejar las bicicletas en su casa por comodidad, que Otoño era amiga de Victoria -hermana de Jafri y de Cau-, y que por la disposición de las chacras para llegar a su casa pasaba por ese lugar siempre. La mujer también recordó que durante esa época había un muchacho que rondaba el puente, que le preguntó a Otoño por él, pero ella no le dijo nada. Después supo que le decían “El Gato” y que se trataba de Antilaf, que frecuentaba a Cau y a Jafri. Sobre este punto, la tía de Otoño, Silvia Uriarte, aseguró en su declaración que la joven “era muy sociable y no tenía problemas con nadie, pero tenía un carácter fuerte y había cosas que no le gustaban. Me decía que tenía que pasar por calle Kennedy, donde se juntaban los hermanos de Victoria, y había gente que la molestaba, con miradas, le decían cosas. Los hermanos de Victoria no, pero sí la gente que andaba con ellos; se refería a uno que le decían “El Gato”.
Una noche oscura
La noche que Otoño no volvió, Roberto y Ana comenzaron a preocuparse cerca de las 22. La llamaban al celular y no contestaba. Vieron pasar a un patrullero en dos oportunidades en menos de 15 minutos y se alarmaron más. Roberto salió a buscarla en su moto, fue al polideportivo donde había ido Otoño a su clase de vóley, a la casa de las amigas que habían hecho parte del camino con ella, fue reconstruyendo sus pasos.
“No supe que más hacer, volví a mi casa, pasamos una noche difícil avisando a los familiares que Otoño no había regresado”, recordó Roberto en la audiencia. A la mañana siguiente fue a la escuela, fue a la casa de otro amigo que había caminado un tramo del camino con su hija y quiso hacer la denuncia, pero no se la tomaron porque no habían pasado las 48 horas. Dejó hecha una exposición.
De acuerdo a la reconstrucción que fueron haciendo sus amigas de esa noche, en una de las cuadras se cruzaron con Lagos y su bebé, con quien intercambiaron algunas palabras. En base a testigos, se presume que Otoño volvió caminando a su casa y que en cercanías la interceptó un auto color crema. “Todo el mundo la vio, resulta que se iba a la casa, pero a casa nunca llegó”, aseveró Ana sobre las sensaciones de esa noche, y agregó: “Criamos a nuestros hijos con la idea de que en una sociedad sana una mujer puede moverse en cualquier horario y no hace falta que lleva gas pimienta en su mochila, pensábamos que vivíamos en un lugar seguro, tranquilo, amoroso, de familia”.
A lo largo de las declaraciones, tanto Roberto como Ana dejaron en evidencia su descontento y crítica hacia la Policía y la Justicia rionegrina. Mencionaron distintas situaciones irregulares en el manejo de pruebas -como cuando se excavó en la chacra de Arcas y se encontró una prenda que podría ser de Otoño o cuando se examinó el buzo que llevaba puesto con Bluestar-, de la falta de peritajes -como de la bicicleta o de las partes del celular encontrado-, el accionar sarcástico y burlón de ciertos policías -como el comisario Vallejos que avisó a los dueños de un prostíbulo de San Martín de los Andes que iban a allanar el lugar-. “Vallejos tuvo algún tipo de complicidad, lo denunciamos desde el comienzo, no se investigó por las complicidades que hubo”, afirmó Roberto. Ives Vallejos es uno de los testigos que declarará esta semana.
Afuera de la sala, sobre calles España y Urquiza, el nombre de Otoño está en las paredes, en banderas, en pegatinas. Su rostro empapela uno de los ingresos a la sede judicial. Amigas, amigos, familiares, organizaciones feministas y de Derechos Humanos acompañaron y acompañarán las largas jornadas del juicio. No piden sólo justicia, porque consideran que lo único justo sería que Otoño estuviera viva. Piden memoria y, sobre todo, la verdad.
El juicio comenzó ayer en los Tribunales de Cipolletti con declaraciones testimoniales que se extenderán hasta el 9 de diciembre. El 23 de diciembre se leerán los alegatos de clausura y la sentencia podría llegar recién en febrero de 2025.