José “Pepe” Mateos es fotógrafo desde hace más de cuarenta años. Su carrera tuvo un momento de triste esplendor cuando fotografió el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki por parte de la policía bonaerense en una manifestación en 2002. Sus fotos y las de su colega Mariano Espinosa obligaron al gobierno a admitir el crimen. El miércoles pasado, pese a un dolor de rodilla que lo aqueja desde hace un tiempo, estuvo en las inmediaciones del Congreso donde las fuerzas de seguridad federales y la Policía de la Ciudad reprimieron la movilización de jubilados, hinchas de fútbol y organizaciones políticas. Estaba a metros del fotógrafo Pablo Grillo cuando una granada de gas lacrimógeno arrojada por Gendarmería le abrió el cráneo. Su amplia trayectoria cubriendo movilizaciones sociales es un termómetro que le permite detectar los cambios de temperatura en el clima social. A una semana de la represión y en ciernes de una nueva protesta que el gobierno anticipó intentará impedir, contó a Intempestiva lo que pudo percibir ese día, pero también habló de ejercer el periodismo en tiempos de precarización laboral, del desapego del gobierno a la verdad y del Estado totalitario que se empezó a configurar.

–Cuando uno acostumbra a cubrir movilizaciones conoce la dinámica del evento, sabe más o menos cómo se van a desarrollar las cosas. En relación a la represión del miércoles pasado, quería preguntarte si ese día vos notaste algo raro de entrada que te diera la pauta de que algo podía pasar. ¿Había un clima diferente?
–Sí, era clarísimo. De hecho la marcha estaba convocada a las cinco y fui tres menos cuarto. Y no era el único, un montón de compañeros y compañeras estaban ahí. Además una cosa que noté es que había una preocupación que otras veces por ahí no está tan clara. Hay cierto temor instalado. No se sabía por dónde se iba a disparar. Y lo que pasó de movida es que a las tres de la tarde la Prefectura empezó a bloquear, a subir a la gente a la vereda sobre Callao y claramente todos coincidimos en que antes de las cuatro de la tarde querían pudrirla para que no llegue la gente. Ni siquiera esperar a la hora de la convocatoria. De hecho fue así. Todas las movilizaciones de la época Macri o de la época Milei ahora tienen un componente de violencia implícito. Cambió mucho la actitud de las fuerzas. Durante la época del kirchnerismo hubo otro tipo de protocolos, de contención. Muchas veces vos sabés que hay grupos o sectores que cuando la movilización no tiene ningún tipo de resolución provocan algo, algún tipo de violencia, para que eso se convierta en un hecho político, que se hable de eso, como una forma de llamar la atención sobre un tema. Pero en estos momentos es bastante relativo eso. En realidad pareciera como que directamente a las fuerzas les interesara tener un hecho violento para dispersar a la gente. Además lo que es evidente también es el nivel de agresividad, que es muy fuerte. Siempre lo fue, no son gente muy amable con la que te puedas poner a conversar, pero se va sumando un nivel de violencia más grande. Este año con el mileísmo y también la Policía de la Ciudad –que no depende del gobierno nacional- han incorporado un elemento que es el gas en aerosol que tiene un nivel de agresividad tremendo.
–Hablas de un aumento en los niveles de violencia en este gobierno en general y pienso que ya venían reprimiendo las movilizaciones de los jubilados desde el año pasado pero en estos días, a partir de lo que pasó con Pablo Grillo, se planteó la pregunta de si hay una acción deliberada contra la prensa o en general este gobierno tiene un ejercicio mayor de la violencia. ¿Qué pensás?
– Ambas cosas. Antes te podía pasar en una manifestación que te tiraran un palazo en el revoleo, o que te cayera una piedra, o los gases, obviamente. Pero no había una acción deliberada contra la prensa. En este momento hay un montón, una lista de compañeros agredidos por la policía directamente con gases, con disparos de balas de goma, de varias formas. Hay como un amedrentamiento. No puedo decir que sea una política generalizada con una bajada de línea pero hay una actitud muy hostil hacia la prensa. Yo trato de no quedar expuesto a la línea de acción, tanto como para que no me detengan, porque ya me detuvieron una vez y no quiero caer en eso ni caer bajo los gases. Sobre todo el gas naranja. La primera aparición, cuando todavía no existía la Policía de la Ciudad y estaba la Metropolitana, en 2012, fue la primera vez que armaron un grupo tipo comando que creo después fue la Policía de la Ciudad. Ese grupo comando directamente iba contra la prensa. En mi caso, me detuvieron siete policías contra el suelo, me rompieron una costilla, me pusieron la cabeza contra el piso porque quería hacer una foto que ellos no querían que hiciera. ¿Por qué te digo ambas cosas? Porque al subir el nivel de violencia vos quedás más expuesto, como le pasa a la mayoría de la gente. Cuando empezó la represión a los jubilados, que fue la primera a la que fui, un policía que era el jefe del operativo me pegó con un palo, esa tonfa que usan, en el esternón y vio que yo estaba levantando la cámara, vio que era un fotógrafo. Tengo pinta de jubilado también. O sea, me podía pegar por ambas cosas (risas). Haya o no una intención política de ir contra la prensa estamos atravesando una situación de vulnerabilidad tremenda.
–Pensaba que una acción deliberada contra los fotógrafos puede ser porque el material que producen permite conocer la verdad de lo que pasó y el gobierno no quiere que se sepa. Pero al mismo tiempo veo una contradicción porque es un gobierno que se caracteriza por un desapego absoluto a la verdad, que permanentemente instala discursos que no se condicen con la realidad.
–Si ves TN, La Nación, todo ese conglomerado de medios funcionales meten La Cámpora, Montoneros, militantes k, barrabravas… Arman toda una mezcolanza que no tiene ningún fundamento y no les importa. Entonces cuando después la gente que estuvo en el lugar te dice “yo no vi ni barrabravas ni montoneros, y vi mucha gente común”. Es cierto, el poder de la imagen los desarma y en este momento el poder de la imagen no solamente está en los fotógrafos sino está en la gente con los celulares. Eso también es un aporte tremendo. Ahora para mañana (por hoy) quieren bloquear, poner inhibidores de dron. Ya lo han hecho en Plaza de Mayo y mañana lo van a hacer porque hasta TN tiene que mostrar su dron, no lo pueden evitar.

–Estas situaciones ponen en valor el trabajo periodístico.
–Bueno, fijate por ejemplo el caso de Página 12. Página 12 se enorgullece de que una de sus fotógrafas tiene las fotos que identifican al gendarme que dispara. Esa fotógrafa –no la conozco personalmente- creo que pone su equipo y que cobró 25 mil pesos la colaboración, porque he colaborado con Página este último año, y tenés que estar todo el tiempo molestando para que te paguen. Entonces hay una precarización del trabajo impresionante. Los fotógrafos de Clarín, que era el diario mejor pago, en este momento deben cobrar alrededor de 600 mil o 700 mil pesos. Es muy lindo, muy épico, muy romántico la labor del fotoperiodismo pero realmente está muy desvalorizada como profesión.
–Esta semana diste varias entrevistas a raíz de lo del miércoles. Siempre te presentan como el fotógrafo clave en lo de Kosteki y Santillán. ¿Te molesta eso?
–No me molesta. Es un tema triste la muerte de dos compañeros, de dos chicos militantes. Nunca creo eso que “gracias a la muerte de alguien” o “la sangre no será en vano”, toda esa cosa sacrificial, ese mito de la muerte heroica no me gusta entonces tengo una contradicción muy grande con eso porque no me parece que la muerte de Darío y Maxi haya servido para algo en sí. Me da cierto orgullo periodístico, profesional. Lo que pasa es que para mí fue un hecho muy importante por todo lo que provocó, todo lo que sucedió después, por el reconocimiento que he tenido a partir de ahí. No es que consigo más trabajo pero me abre la puerta a determinados lugares. No es un hecho menor. Al día siguiente que pasó un compañero del diario me dice “boludo, esto lo van a estudiar en la universidad”. Y yo “dejáte de decir boludeces”. Más allá de mi valor o no, como hecho periodístico es bastante inédito. Que un gobierno tenga que llamar a elecciones por la crisis política que le generó una foto que desarticuló su discurso, desde el hecho periodístico es muy fuerte.

–También como trabajador de un medio hegemónico como Clarín, significó forzar al medio a corregir la versión que había dado en un principio.
–El diario tuvo que ajustar todos sus entramados políticos. El diario un poco hace su juego político y otro poco hacía cierto nivel de periodismo todavía en esa época. Los tipos que manejaban el diario todavía eran periodistas, por más que estuvieran viciados de un montón de cosas. Cierto apego por la verdad les quedaba.
–Te preguntaba por el valor de tu trabajo en el caso Kosteki y Santillán, que para mí lo tiene y mucho, porque lo comparaba con lo que pasó el miércoles pasado. Está el video de Mapa de la policía donde se identificó al gendarme que tiró contra Pablo Grillo y eso no abrió una investigación judicial de oficio ni una investigación interna del gobierno. ¿Es ese el cambio de época?
–Hay varias cosas. La cierta apatía, el cinismo y además decís eso no abrió una causa judicial de oficio, lo que es tremendo, pero no hubo una conferencia de prensa al día siguiente de los diputados, de las organizaciones repudiando el nivel de violencia. Era lo menos que podés pedir. Se han juntado por cosas mucho menores. No es un reproche, es un problema de la época. O sea, esta herida mortal casi de Pablito, que todavía no sabemos cómo se va a resolver, no generó en la clase política ni en la clase gremial un movimiento que pusiera en apuros al gobierno para algo. Se acepta este nivel de psicopatía que hay en la sociedad. Por eso es novedoso lo que sucede, que ante esta anomia de las fuerzas políticas ¿quién aparece como fuerza? Las hinchadas de fútbol. Aparecen como un factor de indignación y de acción sin nombrar políticamente a nadie, solamente por una cuestión de humanidad. El problema más grave, y no es una frase de la izquierda para exagerar las cosas, es que se está estableciendo un estado totalitario donde controlan las acciones de las organizaciones, de los individuos de una manera terrible. No es solamente por la represión, que lo que intenta es que la gente tenga miedo de salir a protestar y por otro lado utiliza las leyes antimafias, la ley de reiterancia. Lo que quisieron hacer con los detenidos también es algo inédito. Esta forma de detener y lo que pasó ya con la Ley Bases, que hubo gente que se pasó dos meses presa sin ningún fundamento. Además no puedo entender la demencia de la policía de detener a dos chicos que salían de la escuela. Están totalmente locos. Freud tenía un compañero de estudio que era Ferenczi que planteó el tema de la psicopatía social. ¿Qué pasa cuando la psicopatía toma la sociedad? La psicopatía social no se cura, ese el problema. Salvo que surjan movimientos muy genuinos, muy desprovistos de anclajes en estructuras y empiecen a cuestionar todo desde un punto de vista humano porque realmente acá lo que falta es un punto de vista humano. Se prende fuego la Patagonia, se inundan Bahía Blanca, Tucumán y les chupa un huevo, a los viejos les sacan los medicamentos todo con esta cosa economicista del déficit cero mientras vos ves que para los servicios de inteligencia van 7 mil millones como si fueran caramelos. Es decir, el problema no es el dinero, el problema es dónde ponés el dinero y para qué. Porque decimos vamos a un estado totalitario. La pregunta que sigue es para qué. Ahí está la clave de un montón de cosas. Entonces cuando a mí me llaman de los medios yo planteo por qué existe esta represión y para qué.
–¿Qué va a pasar mañana (por hoy)?
–Mañana (hoy) va a ser un día clave. No puedo prever qué va a pasar. Creo que el gobierno va a desplegar un operativo más fuerte que el de la otra vez. Van a hacer cosas muy terribles. Hay que ver hasta dónde las fuerzas federales siguen permitiendo que hagan esto con ellos. Porque hay un montón de sacados, pero alguien racional tiene que haber. Decir “nos movilizan todas las semanas a hacer cosas por 600 mil pesos”, porque además cobran una miseria, “nos ponen al borde de la legalidad”. Yo creo que Bullrich les garantizó que no va a haber ningún tipo de represalias legales por lo que hagan. Tienen permiso para matar. Pero hay un punto que alguien tiene que decir “¿qué hacemos acá?”.
