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CULTURA

La soledad en Neuquén

Decía Erich Fromm: “Naces solo y mueres solo y en el paréntesis la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida para olvidarlo”.

Desde las consultorías psicológicas de la ciudad de Neuquén, nos informan, surge un tema recurrente por demás y por encima de cualquier otro: la soledad. Más allá de posiciones acomodadas desde el punto de vista material, el de la estabilidad financiera y los logros económicos de los pacientes que concurren a las sesiones, emerge invariable y prioritario el desasosiego espiritual de la persona vinculado con el estar solo, el estar sola.

Desde luego que no se trata de un asunto delimitado exclusivamente a la geografía de nuestra región, sino a un estado inmemorial del mundo todo, de larga data y muy probablemente enraizado en el humano desde el principio de los tiempos. Sin embargo, la irrupción del tsunami tecnológico del último siglo y en particular el inusitado de las últimas décadas, abona el caso con condimentos inéditos, por la impresión del abrupto desfasaje evolutivo operado, ese que pareciera haber irrumpido como una bisagra desatada como un rayo sobre el devenir histórico natural, partiendo en dos la armonía que, en parte al menos, el humano guardaba en relación con todo lo que le rodeaba.

Hoy, sin embargo, el vértigo de la inmediatez y la alternativa de comunicación en línea instantánea entre personas que viven en las antípodas del globo, por ejemplo, no pueden ser ajenas a una distorsión novedosa y completamente disruptiva del alma, la que tal vez no está preparada para integrar el cambio y luego quedar indemne como si nada hubiese ocurrido. Y, según parece, o al menos puede sospecharse casi sin margen de error, el síntoma de la soledad, el efecto de aquel cataclismo, seguramente tiene no poco que ver en toda esta historia con respecto al tema que aquí se trata.

Al caso de Neuquén, también se nos comenta y es evidente, debe añadirse la conformación social que integra la población y que en gran medida se relaciona con su matriz productiva, la que produjo y continúa provocando la radicación de una gran masa de personas provenientes de otras provincias en busca de trabajo. Factor de mucho peso, si lo hay, a la hora de mensurar otro de los gestores de los estados de esta soledad mencionada. Entonces, si lo citado por el filósofo Fromm, en las primeras líneas de esta reflexión, con respecto a la soledad, apunta a que el compartir la vida con alguien es imperiosa necesidad para soportarla, queda entonces la paradoja de que cuanto más fácil sería hoy conocer a otra persona, en tanto cunden los medios para lograrlo, más difícil que nunca resulta encontrar con quien sobrellevarla.

Sabemos que en la actualidad las psicólogas y psicólogos de Neuquén, como se ha visto, reciben en sus terapias la patología (si es dable aplicar el término) de la soledad integrando la cumbre del podio de los principales motivos de consulta.

Y en este rollo no hay salvataje económico que salve, cuando lo que manda es una insatisfacción honda en el alma. Porque el riesgo es que se confirme aquello de que “la abundancia trae el desprecio” tal como le sucede al adolescente de familia adinerada, enojado, cuando abre el freezer de su casa y protesta alegando que “¡No hay nada para comer!” cuando todos los productos que harían las delicias de los pobres rebozan por los cuatro costados, pero sólo falta el que en ese instante él se encapricha por consumir.

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