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La olla, el tiempo y la presión: ¿cuánto más soporta la sociedad argentina?

Milei no tiene reversa. Al contrario. Avanza, enceguecido, en busca del déficit cero. A los costados de su andar insensible, se amontonan medidas, índices e imágenes cada vez más dramáticas.

No sólo es el presidente que declaró jocosamente que llegó para destruir al Estado desde adentro. Ahora es también el responsable directo de acciones que, día a día, agudizan una realidad que ya era crítica a diciembre del año pasado.

El veto al minúsculo aumento para los jubilados, el cierre incesante de Pymes, trabajadoras y trabajadores saltando los molinetes para poder viajar en tren, los comedores de los barrios detonados, los sistemáticos ataques contra la educación pública o la espantosa naturalización de personas durmiendo en las calles de todo el país, son situaciones que engrosan para mal todas las estadísticas.

 

Mientras tanto, aunque crecen los focos de conflicto, el estallido que muchos vaticinaron no ocurre.

¿Será que hay un pueblo dormido o dirigencias inactivas? ¿Faltan liderazgos o existe una espera especuladora que retrasa su salida a escena? ¿El pueblo argentino soporta más que antes? ¿Hasta cuándo vamos a aguantar esta vez?

 

Gerardo Bilardo, periodista.

“La tolerancia está directamente relacionada con las expectativas, y aun con la demolición de lo que quedaba de un modelo de país pensado en términos de inclusión, la propuesta que ganó en las últimas elecciones trabajó sobre el enojo real de las deudas de la democracia y creó expectativas de futuro que hoy se mantienen aunque en menor medida que al principio de la gestión.
El casi 57% que votó a Javier Milei en el promedio nacional y el 60% que obtuvo en Neuquén, son porcentajes que hablan de una sociedad que decidió probar otro remedio aunque venga en envase envenenado.
Los que votaron a Milei están entre nosotros todo el tiempo y muchos de ellos empiezan a arrepentirse, y hasta salen a protestar por las políticas crueles que sólo aplauden “los mercados”. A medida que regresan hay que darles la bienvenida, no enojarse.
La derecha más salvaje y la de modos “más suaves”, si es que existe esa categoría, consiguieron vía urnas instalar a un personaje que les garantizó desde el minuto cero una gran revancha contra todo lo que ayude a vivir mejor. Dar vuelta la media es la consigna, y van rápido.
La expectativa que se construyó con la ayuda de medios y periodistas que hace tiempo responden a intereses económicos, cruzó todas las clases sociales y alineó coyunturalmente a la alta dominante y voraz, a la media que se pierde fácilmente en su antiperonismo y la más vulnerable que cada vez es más grande y llegó hasta aquí con facturas grandes a la democracia que la castiga fuerte en tiempos neoliberales y no termina de sumarla plenamente cuando llegan gobiernos con políticas inclusivas.
La duración de este castigo es proporcional al derrumbe de las expectativas de futuro, un proceso que ya se transita, se puede leer en las encuestas, aunque es difícil determinar a qué velocidad avanza”.

 

Ruth Zurbriggen, docente, referenta de La Revuelta.

No tengo una respuesta para esto. Pienso que estamos viviendo tiempos impensados y difíciles de entender, por lo menos para quienes nos ubicamos en lugares opuestos a los vientos de la ultra-derecha y los conservadurismos. No estamos entendiendo a quienes nos rodean. Eso siento.
En gran medida diría que lo que me preocupa y desvela es cómo hacernos preguntas para entender mejor lo que está pasando en el país. Supongo que hay que salirse de preguntas hechas desde versiones tan ideologizadas (como las nuestras) para comprender, que no es ni más ni menos que otorgar sentido, a lo inexplicable que está ocurriendo. Lo que ocurre se nos vuelve incomprensible porque nunca imaginamos retroceder tanto y de manera tan vertiginosa. ¿Será que pensamos que estábamos en una ancha avenida donde todo tiempo por venir traería más derechos, más vida digna, más reconocimiento? ¿Será que dejamos de cuestionar las bases de sustentación del capitalismo y los efectos devastadores que eso tiene sobre la vida cotidiana y que por eso mismo nos perdemos en este vendaval de odios y crueldades?
Desde la asunción de Javier Milei estamos a la espera o expectantes, presagiando que todo iba a ir mal porque inexperiencia, porque no nos lo podíamos creer, incluso protagonizamos grandes hechos (paros generales, movilización universitaria) y luego esos grandes hechos en cierta medida se capitalizaron por parte del gobierno. ¿Cómo logra eso el gobierno en Argentina? ¿No es en parte porque no estamos logrando hacer contacto con las preocupaciones, deseos y necesidades de amplios sectores de la sociedad que fueron humillados y abandonados también por gobiernos anteriores? ¿Hasta cuándo vamos a aguantar esta vez?
¿Qué trampas esconde esta pregunta? ¿Será que pensamos que más tarde o más temprano vamos a estallar? Y si no estallamos, ¿será que con eso nos convencemos que todo lo que nos mueve a sostener la vida colectiva, la organización, no sirve? Tenemos una tarea enorme por delante. Por lo pronto evitar que el paso del tiempo nos aniquile y provoque más desorganización y fragmentación.
Hay que re-encantar el mundo, parafraseando a Silvia Federici. Re-encantarlo será posible si pensamos más y mejor. Y si hacemos el inventario de las responsabilidades de la clase política partidaria, ¿qué hicieron para que lleguemos hasta acá? ¿qué tanto hicieron que hace que sectores que la están pasando muy mal piensen y sientan que el sacrificio de quienes menos tienen va a sacarnos del desastre?
¿Hasta cuándo y cuánto aguanta un cuerpo? ¿Hasta cuándo y cuánto aguanta un cuerpo social? Supongo… arriesgo… hasta que se convence que con lo que haga algo va a cambiar.
Supongo… arriesgo… hasta que revolucionemos pensamientos y formas de hacer política, justamente, para que aguantar deje de ser una especie de pócima anestesiante que nos inoculan quienes gobiernan.

 

Raúl Godoy, dirigente ceramista y del PTS.

Los sentidos comunes no son una cuestión natural, son construcciones, son construcciones políticas y sociológicas, que se van construyendo con muchos elementos. Es verdad que hoy hay un nivel de tolerancia al sufrimiento ajeno por parte de sectores muy importantes de la sociedad. Es un hecho terrible que se naturalice, que haya un genocidio ante nuestros ojos como el que se está llevando adelante en Palestina y donde se justifican y haya periodistas, opinólogos y políticos y políticas que justifiquen una matanza de bebés, de niños, de mujeres, que justifiquen o naturalicen miles y miles de refugiados. Que se naturalice el hambre, que el 60 % de las infancias en nuestro país esté bajo el límite de la pobreza. Ahora, lo que sí ha habido a nivel internacional y acá en el país también, es una imposición. Una construcción de un sentido común más individualista, basado en la defraudación que han cometido sectores progresistas teniendo un discurso progre, con una práctica conservadora y de derecha, donde se ha hecho de la impunidad una práctica común. Entonces, todo ese corrimiento de alguna manera lo que provoca es que después el estallido de bronca, de indignación y de resignación que, por otra parte, lo haya capitalizado la derecha con un gobierno como el que tenemos y que hace parecer que la gente fuera insensible. La gente no es insensible, hay mucha gente que incluso tiene la disponibilidad de luchar. Cuando han habido convocatorias unitarias masivas ha sido impresionante. El 8 de marzo, el 24 de marzo, cuando las centrales sindicales llamaron a la huelga y a la movilización, se desbordaron. Fueron millones de trabajadores y trabajadoras que se movilizaron en todo el país en forma contundente. Entonces no hay un problema de la gente, hay un problema de la dirigencia política y sindical. La bronca acumulada tiene que organizarse.

 

Aixa Rava, docente, autora y editora.

“Creo que el sistema en el que vivimos ha logrado muy bien, no sin nuestra ayuda, por supuesto, fragmentar la vida humana de manera que sea muy difícil lograr ciertos consensos, aún teniendo en cuenta los disensos, porque se puede disentir, pero en ciertas cosas, pero lograr un consenso en otras, incluso a partir de ese disenso. Pero estamos en un sistema que ha fragmentado nuestras vidas de tal manera que esos encuentros resultan muy difíciles, casi imposibles. La vida humana real, física, de la experiencia, está absolutamente atravesada por esa otra vida virtual, que son fragmentos de vida, pedacitos, y es muy difícil el encuentro. Y sostener esas redes de conversaciones a las que se refería Maturana en la democracia es una obra de arte. Él hablaba de que todo vivir humano es una red de conversaciones, y esa red de conversaciones o no la estamos entendiendo bien, o no la estamos armando bien, o solamente la tenemos. No sé si es que soportamos más que antes, ni hasta cuándo vamos a aguantar, sino que me parece que tenemos que ocuparnos tanto de sobrevivir y de la supervivencia individual. Y además el sistema nos lleva a individualizarnos cada vez más atravesados por todas estas redes de desencuentro que son las redes sociales, la IA, la tecnología, en lugar de llevarnos a poder crear comunidad, nos separa.
Siempre se compara con el contexto actual, con el estallido que fue en 2001, pero son contextos totalmente distintos. Estamos muy atravesados por las redes sociales, que terminan no siendo redes en realidad y prima el excesivo individualismo y el ombliguismo y la mirada hacia lo propio y se ve lo otro, o sea, lo que no es propio, como lo ajeno”.

 

Soledad Salaburu, militante social peronista, maestra de jardín, diputada mandato cumplido.

“Tengo la sensación de que sí, de que realmente soportamos mucho más de lo que se soportaba antes. En otros tiempos, inclusive en la década del 90, por mucho menos se salía a la calle, por mucho menos se coordinaba con otros sectores. Creo que de alguna manera estamos siendo producto de este neoliberalismo que nos ha calado hasta los huesos. Entonces, individualmente estamos esperando que la situación mejore. ¿Se va a aguantar hasta qué el pueblo diga basta? Estoy convencida que el pueblo va a decir basta. Y va a explotar cuando no se pueda comer o cuando se extreme esta situación de que no haya para darle de comer a los hijos. Entonces ahí va a explotar. Y va a explotar por cualquier lado. No va a explotar siquiera por las estructuras de las que estamos acostumbrados, o sea, los sindicatos o los partidos políticos o las organizaciones sociales. Va a explotar por cualquier lado y creo que va a ser una situación muy difícil”.

 

Francisco Camino Vela, decano de la Facultad de Humanidades de la UNCo.

“Yo no sé si soportamos más como sociedad como antes. Creo que lo que hay que tener en cuenta es cuándo el tejido social se rompe y por qué se rompe. O cuándo se rompen los lazos políticos que nos estructuran como comunidad política. Las peores crisis, o si se quiere los cambios más radicales, han venido con los quiebres más importantes de la economía. Digo, la hiperinflación fue la ruptura de cierto contrato social que dio lugar a Menem y la convertibilidad, con todos los costos que eso tuvo. El 2001 fue el fin de esa secuencia y hubo otra ruptura que dio paso a una década, si se quiere ganada, pero porque también hubo otras condiciones económicas y otra firmeza política.
Y lo de Millei nuevamente es muy parecido a la llegada de Menem. No solamente porque aparezca Yuyito de vuelta, sino porque en realidad lo que ocurre es que el porcentaje, la inflación que traíamos y la crisis que traíamos del gobierno anterior y la falta de respuestas, operó nuevamente como una ruptura de esa comunidad política que habilita cualquier solución radical. Y ahí se inserta Milei. Es decir, yo no creo que tenga que ver con que nuestra sociedad soporte más. Ha habido cambios, obviamente cambios en cuanto a las formas. Y al igual que pasó con la híper de Alfonsín, al igual que pasó con el derrumbe del modelo menemista, en el 2001 con de la Rúa, hasta dónde se va a aguantar no es fácil de determinar porque tiene que ver hasta dónde la expectativa de progreso, de solución, se diluye”.

 

Pablo Grisón, secretario gremial de aten.

“Creo que no soportamos más. Me parece que hay un consenso, un trabajo que hizo muy bien la clase dominante sobre la clase trabajadora y convenció a una importante porción del pueblo, que el ajuste está bien y que era inevitable. Sobre la base de un gorilismo y antiperonismo extremo, trabajado durante décadas hacia las clases populares.
Contrariamente, pienso que no se puede aguantar mucho más. Pero la crisis política partidaria funciona como un freno a la organización de la resistencia. Los sindicatos son fundamentales en ese esquema, pero hay que cuidarlos. Las propuestas de luchas terminales y de derrotas de la izquierda partidaria funciona sincronizada con la política “anarcocapitalista” de concentración extrema de la riqueza y socialización de la pobreza”.

 

Micaela Gomiz, abogada, docente, directora del Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas.

Yo creo que el aguantar o soportar está relacionado con las esperanzas. Buena parte de la gente tiene esperanzas. O sea, cree en términos más de ideas que lo que viene va a ser mejor, que los esfuerzos actuales van a servir para un bienestar futuro. Y esa no es una idea nueva, es una consigna religiosa que viene de hace siglos. Por lo tanto, no, no creo que hoy soportemos más que antes ni si se va a aguantar mucho más. Creo que a medida que el tiempo pasa y ese ideal de esperanza se ve más lejos, la realidad choca, contrasta con ese ideal y eso va a ir colaborando en identificar los responsables de los sufrimientos”.

 

 

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