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ESTAMPAS DEL SUR DEL MUNDO

Invierno celeste y blanco

Volver en bondi, desde el centro neuquino hacia los barrios del oeste, esos por donde el pueblo se abulta. Comunidades en las que, como en una gradación de lo paupérrimo, se percibe la pobreza creciente en tanto más uno se aleja del centro y se adentra en la aspereza dominante de los arrabales suburbanos. 

Se siente bien, aunque parezca extraño, ir en el colectivo. Esta es la que toca y está bien, se piensa. Por qué habría de ser distinto. Esto es lo cierto y verdadero.

Las duras mujeres con sus bolsas de pobres, envejecidas de antemano, los hombres de manos callosas, cabeceando su sueño, el cansancio de la jornada, la purretada que intenta estar a la moda, aun con sus ropas de segunda o tercera marca. 

Suben más audífonos y celulares que salpican todo el apretado entorno del ómnibus lleno, de vuelta a casa. 

Mirando por la ventana se ve la oferta, una esquina ofrece tortas fritas desde una mesita estoica, un cartón pintado las anuncia al paso. Otro, más allá, dice “Hay mote”, variedad del grano de trigo hervido, que en estas regiones es sello de ruralidad y de jornadas que sólo se ganan a puro esfuerzo. Alguien se suma fugazmente al pasaje, para vender pañuelos tisú a diez pesos el paquete. Suma la duda en quien observa, cuánto dará de ganancia a la robusta mujer que batalla su día. Se convertirá en una o dos tiras de pan, con suerte fideos o papas, o harina con que engañar las tripas a modo de sopaipillas, esas que bullen gimiendo en oscuras grasas remanidas, humeantes.

Un semáforo detiene la marcha, a un costado gorros y banderas celestes y blancas. Camisetas con Messi nombrándolas. Y frío, mucho frío en el atardecer neuquino. Un viento helado alza las telas colgantes y puede verse, detrás, en ese espacio, en esa burbuja, a una madre, sentada en una silla, aterida. A su lado el cochecito de un bebé, su hijo según se desprende… 

Las expresiones de los pasajeros, de quienes viajan de vuelta al barrio y que miran todo sin ver, revelan resignación, mezcla de tristeza, de broncas contenidas. 

La luz verde da paso; la mujer que vende artículos celestes y blancos se ve temblorosa. 

Y también las banderas, que parecen estremecerse con la brisa dura, como sufriendo el mismo frío, el mismo desamparo piel adentro, que ella siente.

  • Alejandro Flynn – uno que escribe

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