INTERÉS GENERAL OPINIÓN

Inés de la Plaza

El 18 de julio, minutos antes de que termine el velorio de Oscar, Inés le pidió a su nieta que acercara su silla de ruedas un poco más. Con firmeza puso su mano en el cajón y le dijo a su compañero “yo no sé porque Dios quiso que esto fuera así, pero vos esperame que pronto nos vamos a volver a encontrar.”

Cuarenta y cuatro días después, el domingo 1 de septiembre, el pueblo de Neuquén despidió a Inés Rigo de Ragni, la mamá de Oscar Alfredo, “el Narigón”.

El mes de diciembre siempre tiene otro ritmo. El aroma de las vacaciones se entremezcla con el calor seco del Alto Valle y la desesperación por querer cumplir con los objetivos del año en su último mes. Para las familias con estudiantes en el hogar o estudiantes que tejen su futuro lejos del hogar, la ansiedad es aún un poco más grande, porque las y los hijos siempre regresan.

 

Oscar Alfredo Ragni decidió estudiar arquitectura y viajó a La Plata en 1973. Militó en la Juventud Universitaria Peronista y participó del Centro de Estudiantes. En junio de 1976 rindió una materia por última vez. Al terminar el año académico, regresó a Neuquén para pasar las fiestas con su familia. Ese año además pensó en hacer unos trabajos en un estudio de arquitectura que estaba ubicado en la calle Talero, como para sumar experiencia. La mañana del 23 de diciembre, Roberto de Caso pasó rápido por la casa de Inés, en Mascardi 55, para preguntar por su primo. Inés le dijo que estaba durmiendo, que pasara más tarde a saludarlo. A los pocos minutos pasó un tipo diciendo que era del estudio de arquitectura y que necesitaban que Oscar fuera a la oficina. Oscar se despierta, se cambia, y sale de su hogar con la intención de volver a almorzar. No lo logró. Camino al trabajo, fue secuestrado y desde entonces permanece desaparecido. Su primo era empleado civil de inteligencia. Un familiar lo entregó.

A partir del 30 de abril de 1977, Inés dejó de ser sólo la Madre de Oscarcito para pasar a ser, junto a Lolín Rigoni, una de las fundadoras de la Filial Neuquén y Alto Valle de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, mujeres que, con el amor como escudo, decidieron enfrentar a la dictadura más sangrienta de la historia argentina. Desde entonces sufrieron el destrato de la justicia, de los medios de comunicación, de presidentes de la democracia y de una parte de la sociedad. Las insultaron, las denigraron, pero nunca lograron que dieran un paso atrás.

Treinta y dos años después del secuestro de su hijo, Inés presenció la sentencia a perpetua (25 años) que recibieron como castigo Oscar Lorenzo Reinhold y Enrique Braulio Olea, ambos generales de brigada, los puestos de mayor autoridad en el Comando de Brigada de Montaña, del que dependía el Batallón 181 neuquino, donde funcionó La Escuelita. El teniente coronel Mario Gómez Arena recibió la misma condena. Era el responsable de la inteligencia en la zona y, con injerencia directa en La Escuelita, lugar donde torturaron a Oscarcito. Esa certeza se tiene a partir del testimonio de David Lugones, un sobreviviente de ese centro clandestino de detención, que reconoció por su voz nasal al Narigón, a su amigo, al hijo de Inés.

Una madre que, desde que puso su pañuelo en su cabeza, estuvo siempre acompañando las luchas de los estudiantes, de los desocupados, de los docentes, de las mujeres. Una madre que fue despedida por una multitud el domingo 1 de septiembre. Una multitud conformada por docentes jubilados, por maestras, por obreros de Fasinpat, por las obreras de la cooperativa textil, por médicos del hospital, por artistas, por ex militantes de la Federación Universitaria del Comahue e, incluso, por un ministro del Gobierno provincial, entre otros y otras. Todas y todos, reivindicaron su coherencia, su fortaleza, su convicción. Los más íntimos, también reivindicaron su mano para la cocina. Además de extrañarla en la calle, se la va a extrañar en la mesa. Sus budines y sus flanes eran memorables.

Cuando Oscar Ragni murió, tenía 94 años. Inés se fue con 96. Estuvieron casados 71 años. Pasaron 564 meses buscando a su hijo, a las y los 30.000. Los dos se fueron de este mundo sin saber qué pasó, sin saber qué hicieron con Oscarcito, sin saber dónde está. Si leer esto te indignó, la multitud te espera en la próxima marcha el 24 de marzo del 2025.

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