Desde muy temprana edad, allá por los 7 u 8 años descubrí en la todavía televisión en blanco y negro a personajes que seguiría por mucho tiempo más.
Recuerdo todavía a un Superman engominado que no se despeinaba ni siquiera volando sobre los rascacielos de una ciudad llamada Metrópolis y luego llegarían los capítulos –ya con la tele en color- de la Mujer Maravilla utilizando su lazo de la verdad y repeliendo balazos de los nazis con sus brazaletes.
Tanto Superman como la Mujer Maravilla conforman ese vasto colectivo de súper héroes que aún hoy siguen deleitando a gentes de todas las edades en producciones cinematográficas plagadas de escenas que parecían hasta no hace mucho tiempo, destinadas solo a la imaginación de sus creadores.
Y hay algo que no tiene discusión alguna: todos los súper héroes y las súper heroínas luchan contra el mal, encarnados en crueles villanos y villanas.
Según la Real Academia Española, un héroe o una heroína es una persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble.
Nada tienen de súper porque tanto el héroe como la heroína son de carne y hueso, con los mismos defectos que cualquiera de nosotres tenemos, pero poseen esa extraña y loable virtud de hacer una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble, como reza la RAE.
Ahí están los que más me gustan, porque son terrenales. Cada tanto me cruzo con alguno en las calles de Neuquén, y me refiero a esos hombres que siendo aún unos pibes le pusieron el cuerpo a una guerra para reivindicar nuestra soberanía en las Islas Malvinas. Esos son héroes.
O simplemente con pararse cada tanto y levantar la vista para mirar el monumento al general José de San Martín, o recordar la vida del general Manuel Belgrano, mucho más que solo el creador de la bandera nacional.
Por eso resulta irracional que el presidente Javier Milei haya nombrado como “héroes” a las y los 87 diputados nacionales que apoyaron con sus votos el veto a la Ley de Movilidad Jubilatoria.
Porque nada tiene de heroico impedir que millones de jubilados y jubiladas pudiesen haber percibido algo más de 17 mil pesos de aumento en el mes de octubre, y menos aún celebrar con un asado ese “acto heroico” por el cual desembolsaron 20 mil pesos cada uno.
Porque no se trata solo de una cuestión semántica, es una cuestión de significado cultural, social y político. Porque no puede haber héroes y heroínas que se regocijen por no hacer el bien y, en definitiva, porque un voto no pone en ese estatus a ninguna legisladora y legislador.
Por eso, cuando llegue el momento de volver a decidir si apoyar o no el veto presidencial a la Ley de Financiamiento de las Universidades Nacionales con sus votos, no habrá héroes ni heroínas, pero con seguridad habrá villanos y villanas a quienes deberemos recordar por siempre.
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