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EDICIÓN SEMANAL

Hambre

“El hambre ha vuelto y no por fuerza del destino ni por naturaleza ni por voluntad divina. El regreso del hambre es un crimen, el más grave de todos los cometidos contra el pueblo brasileño. El hambre es hija de la desigualdad, que es madre de los grandes males que retrasan el desarrollo de Brasil”. Estas fueron las palabras del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, durante su discurso de asunción, el 1 de enero de 2023. Por eso, al inicio de su tercer mandato, su compromiso prioritario fue combatir el hambre. Ya se pueden apreciar sus resultados: 24,4 millones de personas en Brasil dejaron de pasar hambre. Al terminar el gobierno de Bolsonaro, se estimaba que alrededor de 33 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria. Quince meses después, el gigante verde registra una mejora significativa. Los datos fueron extraídos de un cruzamiento de la Encuesta Nacional Continua por Muestra de Domicilios, la Encuesta de Presupuestos Familiares y del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), además de las encuestas promovidas desde el propio Ministerio de Desarrollo y Asistencia Social y Familia y Combate al Hambre.

El número de personas en situación de inseguridad alimentaria y nutricional grave cayó de 33,1 millones en 2022, a 8,7 millones en 2023, pasando de 15,5% de la población total al 4,1%. Se trata de una reducción de 11,4 puntos porcentuales.

Mientras tanto, en nuestro país la pobreza aumentó del 35% al 54,9 % de la población (27 millones de personas) desde que asumió Javier Milei, llegando al 22% de indigencia (7 millones de personas). Datos más que alarmantes. Según el último informe de la UCA, el 79,5% de los habitantes de Gran Resistencia es pobre y de ellos el 38,6% es indigente. Millones de argentinos pasan hambre; y lo que debería despertar mayor indignación es el dato que un millón de niños y niñas argentinas, según Unicef, se van a dormir todos los días sin cenar. El 58,4% de los menores de 14 años, que en total rondan los 10 millones de habitantes censados, están en situación de pobreza.

La reducción del hambre en Brasil está estrechamente vinculada con el aumento de los ingresos de la población económicamente más vulnerable, con la reducción de desempleo, que se sitúa en la tasa más baja desde 2014, con la caída de los precios de los alimentos. La inflación de este segmento pasó de casi el 12% al 1%, alcanzado el mejor nivel de los últimos tres años. También ayudó el aumento del salario mínimo por encima de la inflación. Aun así, millones de personas siguen viviendo en hogares clasificados con algún grado de inseguridad alimentaria leve, moderada o grave, lo que revela un problema estructural.

Como contracara de la realidad brasileña, el aumento del hambre en nuestro país está vinculado con el cierre de diez mil Pymes en siete meses, con la consecuencia directa de 250 mil puestos de trabajo perdidos, sumado ello, a los despidos masivos en el Estado nacional.

A diferencia de nuestro presidente, la lucha contra el hambre es una obsesiva prioridad para el primer mandatario brasileño. Desde sus primeras campañas electorales, “Lula” planteaba que la revolución en Brasil pasaba por lograr que todos los brasileños/as tuvieran tres platos de comida diarios.

Hoy en nuestro país, los salarios y jubilaciones se encuentran entre los más bajos de América Latina, cuando en el 2013 se ubicaban en la cúspide. Se agrega a la situación crítica la inflación que no baja, y el salario mínimo que se establece por debajo de ella. Todo en un contexto de recesión económica, como hace 30 años. Los desorbitados aumentos de los servicios domiciliarios y de transporte agobian aún más la ya deteriorada economía de millones de familias.

A diferencia de nuestro presidente, la lucha contra el hambre es una obsesiva prioridad para el primer mandatario brasileño. Desde sus primeras campañas electorales, “Lula” planteaba que la revolución en Brasil pasaba por lograr que todos los brasileños/as tuvieran tres platos de comida diarios. Desde su primer gobierno impulsó la lucha contra el hambre, con la misma tenacidad con la que la ha llevado también al G20, a principio de este año, proponiendo la creación de la Fuerza de Tarea para la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza. La meta es la creación de una Alianza Global, con todos los países miembros del G20, pero también con aquellos que no forman parte, recaudando recursos financieros para llevar a cabo políticas públicas y tecnológicas para reducir el hambre y la pobreza en el mundo.

Brasil vale de ejemplo para combatir el hambre y comenzar a tener un piso hacia una sociedad más justa. Nuestro país sirve de modelo para todo lo que no hay que hacer si se quiere una sociedad más justa y sin hambre.

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