INTERÉS GENERAL

En unión y libertad

En Argentina, todas las monedas y billetes acuñadas y emitidos por el Banco Central llevan la leyenda “En unión y libertad”, frase adoptada por la Asamblea de 1813 para reemplazar las armas de la monarquía española en las nuevas monedas de las Provincias del Río de la Plata, cuando el Ejército del Norte, al mando de Manuel Belgrano, controló la ceca imperial de Potosí.

“Ceca” quiere decir “Casa de Moneda” y por extensión designa también la cara de las monedas en la que se estampan los datos que identifican su lugar de fabricación. Ya en 1572, al poco tiempo de su fundación, la ceca imperial de Potosí fabricaba para la Corona Española cuatro millones de piezas por año.

A diferencia de otros símbolos patrios, como la bandera, la escarapela, el himno y el escudo, la frase “En unión y libertad” nunca fue formalmente reconocida como lema nacional por ningún gobierno argentino, no obstante lo cual, al figurar en los billetes y monedas que se utilizan en todo el país, con frecuencia casi diaria tenemos esa frase entre las manos. Se trata, diría Marcelo Berbel, “de un tema tan cotidiano, que ni usted ni sus hermanos se han detenido a pensar”.

Casi todos los países tienen una frase que los representa y sintetiza sus valores nacionales. Los lemas de nuestros vecinos limítrofes datan todos más o menos de la misma época que el argentino. Oficializado en 1920, pero presente en la heráldica chilena desde 1812, el país trasandino se identifica con el enérgico “Por la razón o la fuerza”. Paraguay, la segunda frontera en extensión luego de la chilena, adoptó en 1820 el más moderado “Paz y Justicia”. En kilómetros fronterizos sigue Brasil, con el conocido “Orden y Progreso”. La República Oriental del Uruguay tampoco oficializó una frase como emblema nacional, aunque suele citarse como tal la combativa “Libertad o Muerte”, que figuraba en la bandera que utilizaron en 1825 los Treinta y Tres Orientales. La frontera más corta de Argentina, con 742 kilómetros de extensión, es la que mantiene con el Estado Plurinacional de Bolvia, cuyo lema, desde 1870, es “La unión es la fuerza”.

Esta colección de frases emblemáticas evidencia similitudes, afinidades y diferencias. El lema de Brasil se singulariza no sólo por estar formulado en otro idioma, sino también por los valores privilegiados, los cuales no recibieron la misma atención por parte de las otras naciones del Cono Sur. Los dos únicos países que se identifican con la Libertad nunca formalizaron la adopción de las frases que la reivindican. El único país que alude directamente a la Justicia y a la Paz sufrió la guerra más injusta del continente. Bolivia comparte con uno de sus vecinos el valor de la unión y con otro el de la fuerza.

Aunque no es limítrofe de Argentina, por los lazos históricos que nos hermanan no quiero dejar de mencionar aquí el singular lema peruano adoptado en 1825: “Firme y feliz por la unión”, uno de los pocos lemas nacionales que destaca la importancia de la felicidad.

Desde hace más de 210 años, las Provincias del Sud reivindican la unión como valor identitario, pero nuestra historia está marcada por dos siglos de divisiones sangrientas. Ahora le decimos “polarización”, una especie de magnetismo al revés donde lo similar se cohesiona con lo similar y repele lo distinto, conformando dos bloques de compacta incompatibilidad con una fuerza que parece aplastar de manera inevitable cualquier alternativa que intente ocupar el espacio entre ambos.

Resulta significativo que para el actual Gobierno nacional sólo sea importante una de las partes del lema argentino. Salvo la que los vincula entre sí, a los hermanos Milei la unidad parece importarles menos que nada, como atestiguan las internas y divisiones que sacuden cada semana al gabinete. Lo mismo pasa a nivel nacional con el desprecio del federalismo constitutivo de nuestra república, también a nivel continental e incluso internacional.

José Hernández primero y Juan Domingo Perón después alertaron que la desunión interna se paga con dominación exterior. Hoy, además de los desencuentros que no logramos superar, nuevamente la violencia aparece como un ingrediente que vuelve aún más tóxico el ambiente de las confrontaciones políticas nacionales. ¿Lograremos a pesar de todo ventilar el espacio público para recuperar un diálogo productivo que nos permita encontrar el sendero de la unidad nacional a la que aspiraban los proyectos fundacionales de nuestra independencia? Un mundo que se fragmenta cada vez más aceleradamente nos impone con premura este desafío. La seguimos la próxima.

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