“Se presentan como una institución espiritual y en realidad hay por detrás un culto al dinero, objetivos económicos que guían todo lo que se hace espiritualmente”. De esa manera, la periodista Paula Bistagnino, autora de Te serviré. Fe, poder y disciplina: el plan del Opus Dei para beneficiarse de una de las mayores fortunas de América del Sur (Ed. Planeta, 2024), sintetiza los intereses que esta institución católica ortodoxa con sede en más de sesenta países busca mantener ocultos. A partir del caso puntual de Elina Gianoli Gainza, perteneciente a una adinerada familia uruguaya, Bistagnino cuenta cómo es la vida de las personas que integran esta institución católica ortodoxa, muestra el mecanismo de “manipulación psicológica” y de “vigilancia espiritual” que ejerce sobre sus miembros y las diversas operaciones para incrementar su capital, ya sea captando la fortuna de los miembros adinerados o mediante la explotación laboral de las personas pobres.
En diálogo con Intempestiva, la autora aseguró que el Opus Dei siempre busca penetrar los espacios de poder y que en Argentina mantiene “un vínculo estable” con el Estado. “Durante la dictaduras militares de mitad del siglo pasado, el Opus Dei tuvo a sus cuadros mejor posicionados; luego, en la década del 90, durante los dos gobiernos de Carlos Menem, tuvo a sus cuadros mejor posicionados; y hoy, con La Libertad Avanza, tiene a sus cuadros mejor posicionados”, indicó.
–¿Qué sabías del Opus Dei cuando comenzaste a investigar este tema y qué fue lo que más te impactó o sorprendió una vez que conociste la intimidad de la institución?
–Cuando arranqué en 2013 a entrevistar a los primeros ex miembros del Opus Dei, que logré reunir en un departamento en Recoleta cuando apenas llegó Bergoglio al papado, puedo decir que no sabía realmente nada. Yo iba con una idea de que era una organización secreta, que era tipo una logia de la que las personas formaban parte, pero no tenía la menor idea de cómo vivían ni qué hacían, ni que se flagelaban. Sabía que el Opus Dei era una institución muy poderosa, de personas católicas y que tenía esta cosa del secretismo, el dinero y la elite. Quizás no es lo más relevante en términos de investigación periodística, pero lo que a mí más me impactó, me sigue impactando y de alguna manera me comprometió con el tema, es cómo la vida de cientos, en el mundo miles, de personas fue atravesada por la religión de manera tal de someter esas vidas. Vidas de personas, entre comillas, comunes, porque se supone que no son religiosas sino que son personas que pueden ejercer sus profesiones, que pueden vivir en medio del mundo, como dice el Opus Dei, y pensar en esa vida secreta, completamente disociada de la vida de la sociedad de fines del siglo XX o principios de siglo XXI. En términos humanos, toda esa manipulación psicológica, esa vigilancia espiritual, todo eso que es lo más humano de esas personas fue lo que a mí personalmente más me atrajo y más me impactó conocer.
–¿Cuándo te encontraste con las historias de personas que estaban en una situación de explotación laboral?
–La historia de las mucamas es un capítulo del libro. Esto es muy loco porque yo conocí desde muy chiquita la historia de la Escuela de mucamas del Opus Dei, con ese título, porque esa escuela estaba a 8 o 10 cuadras de mi casa de la infancia y tenía una tía que trabajaba ahí y me contaba algunas cosas, lo poco que ella sabía: que eran niñas, pobres, de lugares del Norte y del Litoral de la Argentina a las que les enseñaban a ser mucamas profesionales. No sabía después qué pasaba con las trayectorias de esas vidas y no sabía exactamente qué hacían. Pensé que era sólo una iniciativa educativa. clasista sin duda, machista, pero pensé que las chicas salían y después hacían otra cosa. No las pensaba como miembros del Opus Dei. Por eso, cuando llego al tema no arranco por ahí. Después, en 2020, yo estaba cerrando un artículo grande que publiqué, Heredero, y me llama una de esas mujeres para decirme que eran un grupo grande de 43 mujeres que habían sido explotadas por el Opus Dei, que habían sido sometidas como sirvientas pero además con una cuestión religiosa. O sea, habían sido parte del Opus Dei, nunca les habían pagado por su trabajo y querían denunciar al Opus Dei. Por lo menos querían contar sus historias a una periodista. Todavía no había nada en la Justicia ni mucho menos. Cuando ellas llegan a mí y me cuentan, veo que lo que había pasado adentro de esa escuela, en realidad, era que las manipulaban o las obligaban a convertirse en miembros del Opus Dei asumiendo compromisos de castidad, de obediencia, de pobreza, jurando para toda la vida ser parte del Opus Dei como sirvientas y que por esa tarea, que era muy esclava, sin derechos laborales por supuesto, sin horarios, en condiciones de encierro, además no les habían pagado ni les habían hecho aportes, por lo tanto hoy ellas se encontraban con 50 o 60 años, sin nada. Ellas aparecen con esta historia y por supuesto que eso terminó siendo otro capítulo del libro.
–¿Estas mucamas o sirvientes son las que en otras oportunidades llamás “numerarias”?
–El Opus Dei tiene una cúpula de curas y después tiene un núcleo de sus miembros que son numerarios y numerarias. Después están las numerarias auxiliares que son las mucamas. Supuestamente, el Opus Dei considera que todos son iguales, pero en realidad en los numerarios tenés un juez, un empresario. Las numerarias son mujeres de clase media alta, universitarias, que igual las dejan en general laburando adentro, y después están las auxiliares que son las pobres, sirvientas. Todos se llaman numerarios, sólo que a éstas les agregan lo de auxiliares, y tienen las mismas condiciones de vida en cuanto a que todos hacen compromiso de castidad, de pobreza, de obediencia, las mismas ceremonias para ingresar, sólo que los otros ingresan con sus profesiones y éstas ingresan como sirvientas y después adentro viven en peores condiciones. En realidad numerarios y numerarias se llaman todos los miembros célibes del Opus Dei que viven en las casas del Opus Dei. Luego todo el resto del Opus Dei son personas que se pueden casar, que viven en sus casas con su familia, que participan de actividades como retiros, se confiesan, van a la misa, ponen plata.
–¿Por qué existe un tabú a la hora de decir quiénes forman parte del Opus Dei?
–El Opus Dei, desde su comienzo, se planteó que su existencia pasara oculta. Se fundó en 1928 y los primeros estatutos, de 1941, dicen que los miembros de la obra o sus socios -que era como los llamaban- nunca deben decir que pertenecen ni las casas del Opus Dei deben identificarse. La razón que yo encontré tiene que ver con el propósito primero del Opus Dei, que es que ellos quieren que la religión penetre la vida civil sin distingo. Es decir, que no digas “ahora voy a la escuela y después voy a misa”. La religión tiene que estar incorporada, por eso los miembros son laicos y no curas o monjas. Si tenés el juez que es del Opus Dei, el diputado que es del Opus Dei, el profesor universitario que es del Opus Dei, todo el tiempo esas personas están poniendo a la religión por encima de sus profesiones y de todas las cosas, y no está separado de la vida común. Para eso lo mejor es que no se identifiquen. Que vos no digas “este diputado está votando esta ley en nombre de estas ideas que son del Opus Dei”. Es como una idea restauradora preconciliar -antes del Concilio Vaticano- como una idea de que vuelva a ser Estado e Iglesia una misma cosa.
–¿Cómo es el vínculo del Opus Dei con la política? ¿Tienen vínculos con algunos partidos, es transversal?
–El Opus Dei desde el comienzo se propuso, para sus fines de penetrar en la vida civil, penetrar el Estado y acceder a los lugares de poder. En ese sentido, lo que suele hacer, y lo ha logrado en los países en los que está presente -especialmente en América latina y en España también- es penetrar las estructuras del Estado metiendo a sus cuadros profesionales. Como decía, en general los miembros del Opus Dei son profesionales destacados en sus áreas o poderosos, con dinero, entonces llegan a lugares de poder o de clases altas con linajes aristócratas, oligárquicos. Hay como un elenco estable o por lo menos un vínculo estable con el Estado. Luego tienen afinidades ideológicas, claramente, entonces uno puede encontrar que durante la dictaduras militares de mitad del siglo pasado el Opus Dei tuvo a sus cuadros mejor posicionados; que luego en la década del 90, durante los dos gobiernos de Carlos Menem, tuvo a sus cuadros mejor posicionados; y que hoy, con La Libertad Avanza, tiene a sus cuadros mejor posicionados. De todas maneras, en el resto de los gobiernos post dictadura siempre ha habido cuadros del Opus Dei en el Estado. En la Justicia, en puestos de organismos internacionales, en lugares importantes como la Procuraduría, en el Ministerio Público Fiscal hay cuadros, en el Congreso de la Nación y en las distintas legislaturas siempre hay.
–La publicación de tu libro abrió una causa en la Justicia federal argentina que empezó a investigar la explotación de las mucamas. ¿Qué impacto sentís que tuvo la publicación de tu libro en una institución que se esfuerza en que no se revele su intimidad?
–La causa en la que se acusa a las autoridades del Opus Dei por explotación, si bien coincidió con la salida del libro, es una investigación que se inició previamente a partir de las notas que yo fui publicando. Sí el libro produjo mucho malestar al Opus Dei porque yo me ocupé mucho de contar cómo son las vidas de las personas dentro del Opus Dei y cómo son los manejos de la estructura en general, que tienen que ver con la manipulación no sólo de la voluntad de las personas sino también con la manipulación del dinero, con ese segundo objetivo. Ellos se presentan como una institución espiritual y en realidad hay por detrás un culto al dinero, objetivos económicos que guían todo lo que se hace espiritualmente. Entonces, esa revelación de esa cara del Opus Dei creo que es lo que más les molesta respecto del libro, que lo que trae es una historia de vida de una mujer muy importante, muy rica del Opus Dei y de su familia, y de cómo esa familia fue atravesada en sus vínculos y en su dinero con el Opus Dei. Creo que eso es lo que más les molesta, porque además esa mujer de la que habla el libro, Elina, fue una mujer de las más importantes que hubo acá en Argentina y en el Cono Sur para ellos. Entonces, que de repente todos se enteren que esa mujer terminó involucrada en una causa judicial manipulando el dinero de su familia para desheredar a sus sobrinos y darle todo al Opus Dei, resulta muy destructivo. Creo que del libro eso es lo que más daña. Ahora, sin duda, por fuera del libro, lo que más le preocupa al Opus Dei es esa acusación que tienen hoy en la Justicia por la historia de esas mujeres reducidas a explotación laboral.
–Para cerrar y teniendo en cuenta tu trayectoria, quería que me cuentes por qué te parece importante que el periodismo cuente historias de los ricos en Argentina.
–Yo trabajaba en una revista y Cristian Alarcón, el director de Anfibia, me dijo: “Paula, nadie habla de los ricos. Sólo hablan para mostrarlos en las revistas frívolas, la cara del consumo y demás, pero se cuentan pocas historias”. Todo el mundo se cree con derecho a hablar de cómo gastan el dinero los pobres, de cómo viven, y nadie del mundo de los ricos. Creo que un poco conocer las implicancias que tienen, el poder general y las vidas en cuanto al manejo de ese poder que tienen las clases altas, que finalmente son las que conducen el destino del país, las elites, me parece que es algo evidentemente poco conocido, poco retratado por el periodismo, porque básicamente el poder busca que no se lo conozca, permanecer oculto, operar en las sombras, entonces el acceso a eso suele ser más difícil. Me parece que mirar un poco más en ese mundo debería ser parte del trabajo del periodismo y yo, particularmente, encontré algo interesante de distintas maneras para contar.