El 28 de julio las y los venezolanos concurren a las urnas para elegir un nuevo gobierno nacional. A diferencia de elecciones anteriores, ningún sector de derecha se abstendrá de participar. En estas elecciones competirán 10 candidatos, pero se especula con un escenario polarizado entre el actual presidente, Nicolás Maduro, quien representa a la Revolución Bolivariana iniciada por el Comandante Hugo Chávez, y Edmundo González Urrutia, nominado candidato por María Corina Machado, representando a la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Es un académico y diplomático jubilado, y claramente el candidato de EE.UU.
María Corina Machado venía de una familia oligárquica venezolana, líder del espacio. Quedó afuera de la carrera electoral sancionada por el Consejo Nacional Electoral por sus antecedentes antidemocráticos. Participó activamente en todos los intentos de golpe de Estado, promocionó intervenciones armadas extranjeras en territorio venezolano y apoyó todas las sanciones económicas impuestas por EE.UU. En cualquier país estaría presa con todos esos antecedentes delictivos escandalosos, pero en Venezuela, donde algunos afirman que gobierna una dictadura, Machado asumió la jefatura de la campaña y está recorriendo el país llevando a cabo actos proselitistas.
La evaluación de la mejora económica de los últimos dos años será seguramente una variable a considerar por la ciudadanía, quizás determinante de la continuidad de Nicolás Maduro al frente de la presidencia. Esta valoración se realizará en un contexto complejo, marcado por nueve años de sanciones económicas impuestas por EE.UU. No se pueden analizar cifras y tendencias económicas sin tener en cuenta el impacto negativo que el bloqueo ha ocasionado para el desarrollo económico venezolano.
El gobierno de Maduro viene implementando desde 2018 un Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad. Con el correr del tiempo ha demostrado hacerle frente al contexto restrictivo que representan las sanciones y ha logrado estabilidad y crecimiento económico. El mandatario venezolano se ha encargado de demostrar, de cara a las próximas elecciones, escenarios de crecimiento económico para volver al bienestar social de la época que presidía el país Hugo Chávez.
El crecimiento se refleja en cifras concretas, por ejemplo: en los 4 últimos años el número de comercios creció de 76 mil a 508 mil. En el mismo período, 53.732 marcas de todo tipo de productos salieron al mercado, lo cual indica el aumento exponencial del mercado interno.
La inflación alta fue durante mucho tiempo un gran problema. Desde los últimos cuatro años se viene observando una disminución sostenida. A tal punto, que en el mes de mayo de este año logró la tasa más baja de los últimos 20 años, llegando al 1,5%. La inflación acumulada en lo que va de 2024 se mantiene en un 7.8%. Las proyecciones para fin de año estiman una inflación por debajo del 50%. Si bien sigue siendo alta, en el contexto de sanciones y bloqueo económico, muestra una proeza haberla podido bajar y controlarla.
Otro problema económico fue la devaluación diaria (bolívar-dólar) de su moneda. El nuevo sistema cambiario dio los resultados esperados: en lo que va del año, una variación de sólo del 1,17% entre ambas monedas. Hoy “el bolívar” (moneda nacional) recupera espacio dentro del sistema monetario venezolano, algo que no sucedía desde hacía unos cuantos años.
Los puntos más débiles para el actual Gobierno son los bajos salarios y jubilaciones y las dificultades con algunos servicios públicos como el eléctrico. La corrupción es otro punto flojo, principalmente se da en las triangulaciones para sortear el boicot comercial extranjero. Aunque se ha demostrado desde el Gobierno voluntad para desterrar este flagelo, encarcelando a altos funcionarios de PDVSA (Petrolera Estatal), no ha logrado revertir su imagen en un sector de la sociedad.
La derecha puede mostrar, después de muchos años, que está dispuesta a disputar el poder en forma democrática, dejando de aplicar metodologías violentas (más de una de ellas, financiadas desde el Departamento de Estado de los EE.UU.).
El oficialismo tiene un voto consolidado en un tercio del electorado. El MUD cuenta con un piso del 20%. Los demás candidatos de la derecha pueden sumar un 10% más, pero dividen votos porque no hay segunda vuelta. Las elecciones no son obligatorias. La Mesa de Unidad Democrática sabe que la posibilidad de triunfo depende de fortalecer la polarización con el chavismo y la participación de los sectores medios menos comprometidos con la política. El chavismo va a apelar a su organización popular y militancia, buscando votos hasta el último rincón.
Existe una mejoría comprobable. Si bien falta mucho para alcanzar el bienestar social que tenía Venezuela, en momentos previos a las sanciones y bloqueo impuesto por EE.UU., hay un horizonte visible, que optimiza la calidad de vida sin resignar ni un ápice de soberanía.
- Rodolfo Canini – Profesor de Historia