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INTERÉS GENERAL

El celular y la escuela: ¿dónde está el problema?

Hay que celebrar que la provincia de Neuquén se haya puesto a pensar la relación entre la escuela y las tecnologías digitales, porque es un tema que urge. Pero es necesario analizar un poco más el bosque y no solo el árbol. Es decir, no basta con mirar los celulares, sino una idea más amplia: los entornos digitales.

La flamante Ley 3520 limita el uso del celular para el nivel inicial y primario, salvo que medie algún proyecto educativo debidamente planificado y que cuente con la autorización de los padres. En sus fundamentos reconoce excepcionalmente el “potencial pedagógico” de las tecnologías digitales y desarrolla una serie de peligros, riesgos y problemas que conllevan su uso: dependencia, mal uso (expresión puramente moral sin referencia a nada concreto), interrupción del aprendizaje, afectación de las capacidades de recordar y comprender información, impacto en el bienestar físico, ansiedad, depresión, alteraciones en el comportamiento, distracción y dificultad de la gestión del aula. Sospecho que -en concreto- esta última razón es la única que dicha ley podrá solucionar.

En primer lugar, pensemos en los problemas que el demonizado celular acarrea. En este sentido, me surgen algunas preguntas. ¿Por qué si hay tantos riesgos a la salud, la reglamentación sólo es para el campo educativo? ¿Por qué la Sociedad Argentina de Pediatría celebra las leyes educativas y no promueve el control del niño sano en relación con el uso excesivo del celular? No pongo en duda los riesgos que puede haber si dejamos a un niño solo en un ambiente -en este caso el digital- que tiene no sólo entretenimientos, relaciones y la posibilidad de aprender y desarrollarse, sino también muchos peligros y -como bien justifica la ley- dependencias. Vuelvo a preguntarme, ¿el problema es el celular o que hayan dejado solo al niño? ¿Lo resuelve la escuela a este problema?

¿el problema es el celular o que hayan dejado solo al niño? ¿Lo resuelve la escuela a este problema?”

Si bien la ley prevé que haya concientización para el uso del celular en el hogar, la responsabilidad vuelve a depositarse en la escuela, más precisamente en el equipo directivo, quien debe autorizar su uso en el aula.

En la historia de Occidente nos encontramos ante la quinta revolución de las prácticas letradas. Esta revolución fue generada por los entornos digitales. Según Martyn Lyons o Roger Chartier, la primera fue la creación del códice -o libro con páginas-. Luego, el paso de la lectura en voz alta a la silenciosa. La tercera fue la imprenta. Por último, el fenómeno ocurrido en el siglo XVIII: una “fiebre” o “epidemia” de la lectura, como la describieron los mismos contemporáneos.

Dice Chartier que los discursos médicos del siglo XVIII hablaban de los efectos destructores de los excesos de lectura: inmovilidad del cuerpo; excitación; imaginación; aislamiento y rechazo de la realidad. Los síntomas eran: palidez, inquietud, indiferencia, frustración. En el exceso de la lectura radicaban toda una serie de enfermedades. ¿Les suena? Estos argumentos -antes adjudicados al libro- se parecen mucho a los que usa la Ley 3520.

Hoy, ante esta quinta revolución, no se nos ocurriría sospechar esos riesgos para las personas que leen muchos libros. Sin embargo -tal vez ante lo inexplicable-, se han reeditado aquellos antiguos diagnósticos.

El segundo aspecto que de la ley me interesa analizar es el potencial pedagógico nombrado. En este caso, el celular es visto como un recurso que -sólo- facilita prácticas de aprendizaje. Es decir, es entendido como un medio, al igual que un libro, un mapa, un ábaco, un microscopio, etc. Pero el celular es muchísimo más que un buen o mal medio: es el dispositivo que concentra todos los aspectos de la revolución digital y donde hoy tienen lugar gran parte de las prácticas de lectura y escritura en la vida cotidiana. En este rotundo cambio de escenario, la escuela sigue siendo la principal responsable en nuestra sociedad de enseñar estas prácticas que están cambiando radicalmente.

el celular es muchísimo más que un buen o mal medio: es el dispositivo que concentra todos los aspectos de la revolución digital y donde hoy tienen lugar gran parte de las prácticas de lectura y escritura en la vida cotidiana”

¿Cuáles fueron esos cambios revolucionarios? Hoy las prácticas letradas necesarias para la sociedad actual son muy diferentes a las predigitales (y a las que se están enseñando la escuela). En nuestra vida social, predomina la lectura hipertextual, no lineal; así como la lectura extensiva más que intensiva (se lee mucho, pero a modo de escaneo superficial). En estos tiempos se lee más, en todos los intersticios de la vida cotidiana: mientras se viaja, se espera, se comparte una reunión. Hay una hibridación de las prácticas letradas: se lee a la vez que se escribe (prácticas que antes incluso se aprendían por separado: hace dos o tres siglos era normal que mucha gente supiera leer, pero muy pocos sabían escribir). Se leen nuevos textos nacidos en el hogar digital y esto es lógico, porque todos los géneros son históricos y nacieron de un contexto social que los necesitó.

Y sí. La lectura hipertextual y todos estos cambios moldean el cerebro humano, dice Francisco Albarello. Así como la lengua escrita desde sus inicios también modificó la cognición y facilitó el pensamiento lógico y racional y luego la ciencia. Sin embargo (con esto pretendo insinuar que está pasando algo similar con las prácticas letradas digitales), Sócrates se oponía a la lengua escrita, decía que destruiría la memoria y la enseñanza. De hecho, la escritura y el texto escrito tuvieron que ganarse un lugar en la sociedad occidental, donde valía más la palabra hablada.

O sea, este objeto de enseñanza de la escuela -necesario a su vez para otros saberes- ha cambiado radicalmente y es urgente que el sistema educativo se ocupe de ello. Por lo tanto, lo que hay que pensar hoy es qué lugar ocupará la escuela y la enseñanza de las prácticas letradas, es decir, cuáles son los nuevos alfabetismos que se deben brindar a la sociedad en función de promover ciudadanos críticos y competentes.

lo que hay que pensar hoy es qué lugar ocupará la escuela y la enseñanza de las prácticas letradas, es decir, cuáles son los nuevos alfabetismos que se deben brindar a la sociedad en función de promover ciudadanos críticos y competentes.”

Por ello, y en tercer lugar, es necesario pensar profundamente en cuáles serán los contenidos de aquellos proyectos pedagógicos que sí contemplarán el uso del celular según la ley. ¿Será sólo un medio para facilitar aprendizajes o la escuela alfabetizará en un sentido amplio para la sociedad en que vivimos hoy? Porque ese es el rol de la escuela, no el de prevenir enfermedades: para eso están otras instituciones.

 

*Natalia Grossenbacher es Licenciada en Comunicación Social y profesora de Lengua en los Institutos de Formación Docente Fiske Menuco (General Roca) y Villa Regina.

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