Es 3 de junio de 2015 y nadie habla de otra cosa, al menos desde hace dos semanas. El femicidio de Chiara Páez en Santa Fe fue el detonante de una convocatoria que inició en redes sociales y que supo muy bien mostrarse en las calles, como nunca antes. Irrumpimos con un mensaje claro contra las violencias machistas que no tuvo retorno. Ocupamos todos los espacios, sin excepción: escuelas, comercios, lugares de trabajo, hospitales, calles, medios de comunicación, mesas familiares. Ni siquiera los responsables quedaron afuera: Marcelo Tinelli también posó con el cartelito y lo mismo hicieron políticos/as de todos los colores. Todo fue parte y generó nuevas condiciones para amplificar las demandas al Estado, condensadas en una consigna: Ni una menos.
Se sabe, claro, que el reclamo no empezó hace diez años, pero esa fecha sí marcó un antes y un después en la relevancia del tema en las agendas. “El resquebrajamiento que produjo Ni una menos fue muy, muy, muy grande en términos de qué discusiones trajo para pensar los temas de violencias”, marcó Ruth Zurbriggen, activista de la colectiva feminista La Revuelta, y puso énfasis en la expresión callejera como facilitadora para mostrar lo que estaba pasando en las instituciones. El rol que tuvo la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas fue clave, dijo sin dudarlo, en un momento donde las juventudes tuvieron especial protagonismo.
Para Zurbriggen, en 2015 se conjugaron una serie de factores que desembocaron en que el Estado no mire para otro lado: la “audacia política” de los feminismos; “el olfato político de que había condiciones para salir a la calle”; y la “sorpresa”, porque “sí, había condiciones para convocar a la calle, pero nunca pensamos que se iba a armar lo que se fue armando en dos semanas. Fue como un reguero de pólvora”. El proceso de querer organizarse, marcó, fue “estridente, rapidísimo, acelerado”, recordó.
En el mismo sentido, Gisel Barrionuevo, socióloga feminista, señaló que “se interpeló todo de golpe” y que “ya la sociedad no pudo desconocer que algo estaba siendo disruptivo”. Pero, ¿qué pasó para que emergiera ese día? Como la red micelial del reino fungi, planteó a modo de paralelismo, se gestaba un entramado poco visible desde la superficie, pero con una potencia incalculable. “Cuando reflexionamos sobre estos procesos nos damos cuenta de que, en realidad, había redes ya entretejidas que estaban tan sólidas que permitieron también que eso se pudiera expresar de la magnitud que fue”, aseguró y sumó: “Es producto de una construcción muy arraigada en el abajo: cómo nos enredamos, cómo nos escuchamos, cómo nos transformamos, pero también cómo vamos haciendo reparaciones colectivas”.
Diez años después, resistimos porque existimos
El 3 de junio de 2025 llegó con un desguace estatal de las políticas de género sin precedentes. Muchas leyes están derogadas de hecho: existen, pero sin presupuesto ni organismo de aplicación. Desde “la violencia no tiene género” del presidente Javier Milei, pasando por la modificación de la Ley de Identidad de Género –discursos de odio mediante-; hasta la eliminación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad y, en consecuencia, la disolución de 13 programas. Los pocos que quedan son paulatinamente vaciados: la Línea 144 perdió el 45% de su personal, mientras que el presupuesto del Programa Acompañar se redujo un 82% y la cantidad de mujeres asistidas cayó un 98,72%.
Además, la Dirección Nacional de Salud Sexual y Reproductiva no tiene presupuesto asignado y hace más de un año que el Estado Nacional no adquiere ni distribuye insumos a las provincias para garantizar el cumplimiento de la Interrupción Voluntaria del Embarazo/Interrupción Legal del Embarazo (IVE-ILE), según datos relevados por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
¿Cómo pasamos de protagonizar el escenario social, político y mediático a vivir (casi) sin leyes que garanticen nuestros derechos? ¿Cómo asimilar este panorama distópico? ¿Cómo entender lo abrupto y el recrudecimiento de la violencia estatal? “Es difícil la respuesta a eso como algo que sucedió tan rápidamente, pero también tiene que ver con esta carga muy significativa de lo ideológico. Los programas que estamos padeciendo con tanta crueldad no son solo económicos”, planteó Barrionuevo.
En parte, el desafío para los feminismos es recordar nuestras existencias, a pesar de los gobiernos de turno. “Es un poco el cobijo más cerca que tenemos en estos momentos: encontrarnos con quienes tenemos cerca y hacer ese ejercicio de memoria y de recuperación de todo esto que está amenazado, que está en riesgo. Pero en riesgo de transformarse nuevamente, no sé si de una desaparición”, consideró. Su visión, al menos, transmite perspectiva, nada fácil en tiempos de fascismo: “Se nos quiere seguir silenciando, un poco paralizando y mucho restringiendo, censurando y disciplinando. Pero en paralelo de hacer esas denuncias, seguimos diciendo que estamos, que somos, que a diez años seguimos siendo movimientos y expresiones que cotidianamente interpelan. O sea: la disrupción sigue estando”.
Barrionuevo trajo a la charla el concepto de necropolítica (la idea de decidir sobre quiénes viven, pero también decidir el dejar morir), para saber diferenciar “sus” programas de los “nuestros”: “Nosotras tenemos una dignidad que va por otro lado, que es cómo sostenemos las vidas que nosotras sí significamos como diversas, amplias y totalmente amorosas”.
Recordó que, “por supuesto, hay responsabilidades estatales y políticas con una visión ideológica y económica bien clara hoy, posicionándose en gobiernos oficiales. Pero eso es el aparato estatal, que también lo entendemos como algo que no inicia ahora”, indicó. “Mientras nos sigamos encontrando a preguntarnos esas cosas, todavía estamos sosteniendo la vitalidad de los movimientos feministas”, cerró.
En tanto, Zurbriggen analizó: “Nos están devolviendo ese deseo de restaurar para quitarnos parte de lo que conseguimos. En ese mar de contradicciones nos movemos, hacemos política en los movimientos y a mí me parece que ese es el desafío que tenemos también. Claro que este gobierno nos presenta afrentas muy diferentes a las que pensábamos que íbamos a tener que enfrentar. Ahora, también hay feminismos que decimos: ‘Nunca las leyes y las políticas públicas van a ser el techo de nuestras aspiraciones’”.
Neuquén, el faro de la desigualdad
Las demandas actuales de los feminismos en Neuquén se ven atravesadas, sí o sí, por contextos de desigualdades, en tierras de Vaca Muerta. Mientras se abre la Fiscalía de Narcomenudeo y Luciana Muñoz sigue desaparecida hace casi once meses, en las defensorías de los Derechos de los Niños/as, Adolescentes y Familias está latente la preocupación por mujeres embarazadas cuyos bebés nacen con cocaína en sangre. En paralelo, el dispositivo estatal de salud mental “Las Resilientes”, que las contiene, se las ingenia como puede para existir. “El abono del teléfono con el que atienden situaciones lo paga La Revuelta”, denunció Zurbriggen.
Como parte de la problemática, también enumeró “el aumento de la pobreza, la precarización de la vida; cómo nos afecta la sostenibilidad de la vida en una provincia profundamente extractivista con desigualdades tan marcadas, donde todo lo que tiene que ver con el petróleo tiene ciertos niveles y te va marcando una idea de sociedad; el tema de personas en situación de calle, personas recorriendo las casas para pedir comida”. Y recordó que “la sostenibilidad de la vida recae sobre las mujeres, centralmente, las mujeres de los sectores populares”.
En relación con las políticas de los gobiernos locales, consideró que “no se han tomado con la contundencia que se merecen nuestras demandas”, que “a veces fueron consideradas como una especie de cotillón” y por ser lo “políticamente correcto”.
A su vez, destacó la creación de áreas estatales “donde se nombre claramente cuáles son las sujetas de derechos sobre las que se está pensando”, acción que “da cuenta de que nuestros temas tomaron otra dimensión y que impactaron también en el Estado”. Y aclaró: “De alguna manera tuvieron que negociar y entregar algo. Con entregar algo, quiero decir, algunos pocos pesos, porque tampoco estamos hablando de grandes presupuestos”.
El gobierno de Rolando Figueroa eliminó el Ministerio de las Mujeres y Diversidad y lo reemplazó por el Ministerio de Desarrollo Humano, Gobiernos Locales y Mujeres. “¿Por qué la provincia no lo mantuvo? ¿Por qué se avino a esa concentración en un ministerio que es lo mismo que pasa a nivel nacional? El ministerio de Capital Humano, que casi se llaman igual. Me parece que también se van acomodando a esos vientos que corren porque sienten o piensan que con eso consiguen votos”, criticó la activista.