Intempestiva.com.ar

INTERÉS GENERAL

La madre de Cipolletti que lucha contra el grooming

Trabajó toda la noche en la farmacia; toda la semana le toca el turno noche. Le falta un año para poder jubilarse. Con la Ley Bases del gobierno neoliberal Javier Milei, no sabe bien qué va a pasar con su jubilación. No quiere hablar mucho del tema, pero de algo está segura: va a poner su cuerpo como lo hizo toda su vida, una activista de los derechos de la infancia.

Es temprano y hace frío en Cipolletti. Termina su turno en la farmacia, calienta el motor del auto. Una de las puertas se abre como con una liguita. “Tira, que es automática”, dice y nos cagamos de risa. Así emprendemos el viaje por la ruta para llegar a la Escuela 285 de Cipolletti, una escuela primaria rural, pasando el puente 83. Es una mañana hermosamente helada, pero llena de sol.

Ni bien llega, Rosita acomoda sus cosas y la reciben con mucho afecto la directora de la escuela y los profesores. Le proporcionan una bebida caliente y le dicen “tenemos todo organizado. Los y las pibas te están esperando con mucho entusiasmo”. Rosita termina su café con el que deja atrás la trasnoche a la que la obliga el trabajo. Está impecable y ansiosa por encontrarse con esos pibes y pibas.

Todo preparado: pen drive y computadora. Pasillos de la escuela llenos de alumnos de tercero a sexto grado, profesores también expectantes. Se presenta: “Hola, me llamo Rosa Castro, vengo a contarles una historia, la mía, como mamá y abuela que soy. A ver, ¿alguien de acá sabe lo que es el grooming?”.

Los pibes empiezan a levantar la mano y a acotar. La mayoría sabe de qué se trata pero escuchan a Rosita con los ojos muy abiertos y los oídos muy despiertos. Ella sabe llevar la dinámica para escuchar a pibes jóvenes sin que se aburran. Confiesan ellos mismos las horas que dedican a su celular y redes, los peligros que sienten algunos de ellos con desconocidos con los que alguna vez chatearon, y los perfiles falsos que crean para tener habilitación de usuario en algunas redes como Instagram y TikTok.

Luego, la charla involucra a los docentes, que también son madres y padres de adolescentes o preadolescentes. Se escuchan aplausos para Rosita. Algunos se levantan para contarle cosas y ahí está la importancia de escuchar a los chicos. Ella destaca la necesidad de la ESI (educación sexual integral) en las escuelas. Lo que hace Rosita es pura militancia para que a ningún chico o chica le pase lo mismo que ella tuvo que batallar con su familia, que quedó totalmente rota por abusos detrás de una pantalla.

Foto: Silvina Ojeda

 

Grooming es una palabra norteamericana. La primera vez que Rosa la escuchó fue en boca del abogado Juan Manuel Kees, defensor del hombre acusado por su hija. El abogado no sólo no negó los hechos que se le imputaban a su defendido sino que se refirió a su accionar pedófilo como “grooming”. Se trata del comportamiento de gente mayor de edad que contacta a menores a través internet para obtener un beneficio sexual y, eventualmente, preparar un encuentro. Esos menores son en su totalidad niñxs, engañados, abusados y en muchos casos, robados a sus propias familias por las llamadas “red de trata”.

La psicóloga infantil Violeta Bohoslavsky explica que “grooming, como bullying, son términos americanos que se han extrapolado al contexto latinoamericano donde estos fenómenos toman otras características”. Agrega que si bien los escenarios pueden variar, tienen elementos comunes y siempre hay que encuadrarlas en tanto son hechos delictivos de acoso, ya que “hay una asimetría porque hay un adulto que se pone en contacto con un niño, una niña, un adolescente para construir un escenario de confianza con una meta de tipo sexual”.

La asimetría existe porque entre un adulto y una persona menor de edad, los recursos subjetivos, emocionales y cognitivos son disimiles entonces se da un proceso de manipulación. En esta práctica, hay un adulto que se hace pasar por un niño o una niña para ganar confianza y construir un vínculo, en general, donde se puede percibir cierta situación de vulnerabilidad. La interacción se construye como una cuestión ficcional, como si estuviera existiendo una conversación entre niños o pares. Una vez establecida esa confianza, ese vínculo lo que hace es enviar material de desnudo, sexo, en fotos o videos.

“La manipulación ejercida es concreta, ya que hay muchos niñxs y jóvenes en profunda soledad delante de una pantalla, y se sienten del otro lado comprendidos. Muchas veces pensamos que nuestros menores están seguros dentro de casa pero el grooming está, justamente, en silencio mientras miran una pantalla”, agregó Bohoslavsky.

¿Quién es Rosa Castro?

Rosa Castro fue una de las impulsoras de la ley de grooming en Argentina. Oriunda de Cipolletti, vivió de cerca el ciberacoso cuando su hija menor de edad fue contactada vía Facebook por un hombre de 35 años, que se hacía pasar por un adolescente para mostrarse desnudo, sin dar la cara. Cuando el acosador le pidió encontrarse para tener relaciones sexuales, la chica le contó todo a su madre.

El episodio data de junio de 2009, cuando la víctima tenía 13 años. El supuesto adolescente se hacía llamar Juan Manuel, decía tener 14 años y, ni bien empezaron a hablar, le pidió que le habilitara la cámara web. Ahí comenzó a mostrarse, al tiempo que le pedía que ella hiciera lo mismo. Ella lo rechazaba pero quería verle la cara porque él decía que era de un colegio de la zona. Finalmente, él le pidió que se encontraran para tener relaciones sexuales.

Primero, Rosa pensó que era una travesura de chicos y le dijo que lo bloqueara. Naturalizó el tema hasta que después se dio cuenta de que podía haber otras pibas en riesgo. Entonces, una amiga de su hija mayor lo contactó y el supuesto joven hizo lo mismo que había hecho con la hija de Rosa. En esta oportunidad, el hombre se mostró abiertamente y dejó ver su cara. La chica hizo capturas de pantalla. “Revisando las fotos me di cuenta de que el acosador era el hijo de mi jefe que me había echado sin justificación después de once años de trabajo en su cadena de farmacias”, cuenta Rosa. El acosador conocía a su hija desde los dos años. Ahí decidió hacer la denuncia y empezar la lucha.

Foto: Silvina Ojeda
La lucha para que en Argentina se tipifique el ciberacoso

El principal problema con el que se encontró Rosa Castro fue que en Argentina no existía la figura de grooming como una calificación penal. Se asesoró y, ante el vacío legal en relación a los delitos informáticos, inicio un juicio por exhibiciones obscenas. El acusado, Pedro Fadelli, fue declarado culpable en 2012 y fue condenado a una pena de un año en suspenso. La condena fue confirmada por el Tribunal Superior de Justicia de Río Negro.

Rosa empezó a juntar firmas para que la ley de grooming se tratara en el Congreso, junto a Roxana Domínguez, madre de otra víctima de este delito. Juntaron más de dos millones de firmas y hasta se encadenaron frente al Congreso de la Nación para lograr su tratamiento legislativo. Juntas atravesaron todas las instancias: la aprobación en el Senado en noviembre de 2011, las modificaciones y la aprobación en Diputados en septiembre de 2013, y la sanción del proyecto original en la Cámara Alta.

La entonces senadora rionegrina María José Bongiorno presentó el proyecto que proponía incorporar al artículo sobre “Delitos contra la integridad sexual” del Código Penal, un párrafo que decía que “será reprimido con la pena de reclusión o prisión de tres a diez años el que, utilizando medios electrónicos perturbare moral y/o psicológicamente a menores de dieciocho años con fines de someterlo sexualmente mediante la utilización de transferencia de datos en cualquiera de sus formas digitales”.

El texto fue debatido con otros legisladores. Algunos decían que no era para tanto, que no existía delito ya que no se presenciaba lo “carnal”, minimizando el hecho de que un adulto pudiera mostearse desnudo, masturbándose, frente a la pantalla, como si fuera cosas de chicos.

El 13 de noviembre de 2013, se sancionó con fuerza de ley el proyecto que en su artículo 1 decía: “Incorpórese como artículo 131 del Código Penal el siguiente: Será penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”.

Mientras llevaba adelante la lucha pública contra el grooming, Rosa tuvo que ocuparse de su familia. Como era complicado encontrar trabajo en Cipolletti, se fue con su hija a vivir a otro pueblo pero a los dos años regresaron a Cipolletti porque su lucha no podía hacerla desde lejos. “Al lado de otras historias, lo de mi hija es un cuento de Disney”, dice y agrega “hay casos terribles que terminan en muertes o trata de personas. Yo tengo a mi hija viva, hay otros que no”.

Actualmente Rosa vive en Cipolletti. Consiguió trabajo en otra farmacia, es madre, abuela, hija, tía, hermana, amiga de sus amigas. En su tiempo libre, hizo de su vida una militancia. Da charlas gratis a los pibes y pibas de las escuelas, acompaña a las familias de víctimas en procesos judiciales, marcha por cada piba que matan o desaparecen. Humilde, sencilla, su casita hecha con amor por su padre, tiene un patio lleno de plantas, una parrillita que a veces tira una carne para los militantes de la vida. Su voz pausada pero fuerte sabe de leyes de “pe” a “pa” y cada vez que entra a un juzgado se la respeta. El silencio de su mirada siempre es ruidoso. Escorpiana hasta la médula, dice las cosas sin anestesia. Rosita quiere jubilarse para descansar del trabajo. No creo que descanse de la militancia, porque ha hecho de eso su propia vida.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *