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OPINIÓN POLÍTICA

Repaso sobre la mecánica del voto de las mujeres en Argentina

La posibilidad de elegir representantes y debatir sobre la cosa pública para las mujeres argentinas tuvo algunas décadas de demora respecto del voto masculino. Esta diferencia no es ninguna novedad si lo analizamos desde un paradigma patriarcal que le asigna roles en la esfera pública a los varones y nos asigna a las mujeres cuestiones vinculadas a la vida privada, como los cuidados de la familia, y por extensión, también en los ámbitos laborales como salud y educación.

El sufragio femenino además de ser un hito histórico que se fue construyendo en distintas regiones del mundo, en Argentina permite identificar la mecánica de la ampliación de derechos, en un país que le asigna una connotación identitaria y fundacional a estos procesos. Como repaso breve, veremos que las argentinas podemos votar y ser votadas a partir de dos componentes que se gestaron fundamentalmente en el siglo XX y que confluyen el 9 de septiembre de 1947 con la sanción de la Ley 13.010.

Por un lado, un recorrido histórico que comenzó hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX con la organización de las mujeres feministas, mujeres librepensadoras y socialistas, que a partir del acceso a la instrucción y formación que les habilitaba el pertenecer a una clase social acomodada, construyeron una agenda pública con debates sobre los derechos civiles y políticos de las mujeres.

Sin embargo, este proceso de demanda de un sufragio realmente universal e igualitario, que se articulaba con la demanda de derechos civiles que permitieran el acceso al sistema educativo, la posibilidad de tener la potestad de los hijos e hijas, -entre otros reclamos-, pudo transformar el Estado cuando se combinó con un segundo componente: un proceso de popularización de la política que tenía como propuesta incorporar a los sectores trabajadores a la esfera pública y política.

A mediados del siglo XX, el peronismo se consolida como un movimiento que tiene el objetivo de popularizar los derechos civiles, sociales y políticos que gozaban los sectores más acomodados de la sociedad argentina, con los reclamos laborales y el sindicalismo como su columna vertebral. Este es el segundo elemento es un escenario de incorporación de los trabajadores y trabajadoras de los sectores populares a mejores condiciones de vida, y con ello a las decisiones políticas sobre el rol del Estado.

Las mujeres instruidas por su condición de clase más acomodada pudieron acceder a los debates políticos y filosóficos necesarios para crear una agenda más igualitaria, pero fue necesario el escenario político que construyó el movimiento peronista para que esto dejara de ser un reclamo sectorial y se convirtiera en una política de Estado, de carácter universal.

Hay un espacio que se forma por sus condiciones particulares donde formulan las demandas y conforman una agenda que son fundamentales para la ampliación de derechos, pero requieren necesariamente de condiciones generales, es decir, gobiernos de vocación popular para materializarlo en una transformación real del Estado porque nunca estos procesos de demanda encontraron respuesta en gobiernos antipopulares.

Analizar la mecánica del sufragio femenino en Argentina permite interpretar otros procesos igualitarios, inclusivos, de verdad y justicia, y de ampliación de derechos que fueron posibles más tarde en la historia de nuestro país, tales como la licencia por maternidad, el divorcio vincular, el matrimonio igualitario, o para revisar aquellos procesos para construir una sociedad intercultural o de conciencia ambiental, que todavía tienen muchos desafíos por delante en el camino hacia la ampliación de derechos y su materialización en el Estado.

Por Laura Ximena Iturbide- Politóloga y Profesora Adjunta UNRN

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